CRÍTICA “OLA DE CRÍMENES”: UNA PELÍCULA ESPERPÉNTICA EN LA QUE NO DEBERÍA HABER PARTICIPADO LA GRAN MARIBEL VERDÚ

El idilio entre la directora Gracia Querejeta y Maribel Verdú comenzó en el año 2007 cuando ambas lideraron, Siete mesas de billar francés, una estupenda película sobre personajes en crisis que deben aliarse y vencer secretos del pasado, todo ello con su consiguiente dosis de humor. Años después ambas volvieron a juntarse en 15 años y un día (2013), una cinta sencilla y muy naturalista en la que de nuevo resaltaba la portentosa presencia escénica de Maribel Verdú. Seguidamente, dos años después, el tándem estrenó Felices 140 (2015), una acertada propuesta para reflexionar sobre la crisis y lo que somos capaces de hacer por un puñado de billetes. Y ahora las dos llegan a las carteleras con Ola de crímenes (2018) una película muy negra que se inicia con el hijo de Leyre (Maribel Verdú) matando a su despótico y corrupto padre y que continúa con los intentos de Leyre por dejar al margen a su hijo del crimen. No obstante, las cosas no serán tan sencillas, ya que por ahí anda rabiosa la actual mujer del hombre, (Paula Echevarría), la abogada fatal (Juana Acosta), un par de policías poco avispados y el único amigo del hijo de Leyre que a su vez está locamente enamorado de ella.

Leyendo la sinopsis uno se predispone para asistir a una comedia negra con sus buenas pinceladas de inteligencia, un poco acorde a la filmografía de la directora, y una mezcolanza de géneros interesante. Lo que en otra cinta sería un thriller de investigación acerca del autor de los crímenes, aquí parece ser una comedia ácida, con sus dosis de drama e intentos de denunciar la situación de inferioridad en el que demasiadas veces vive la mujer. Pero todo esto se queda en el territorio de las intenciones porque la película quiere abarcar mucho y se desinfla alarmantemente. Respecto a las dosis de humor, apenas se salvan las secuencias protagonizadas por Maribel Verdú y Miguel Bernardeau y las testimoniales apariciones de Raúl Arévalo, como el taxista aspirante a actor, y Javier Cámara que en sus dos secuencias está divertido como cura ojiplático. La parte centrada en los crímenes e investigación carece de cualquier verosimilitud. Muy posiblemente por culpa de un guion chapucero en el que las secuencias se van sucediendo sin planificación, dejando muchas veces la acción en manos de la casualidad. Sucede parecido con los intentos de reivindicar el papel de la mujer, que al final lo que hacen es denigrarla. Sin explicar demasiado, el recurrente protagonismo de los tacones (que por cosas del destino se convertirán en un genial instrumento sentenciador) y el calado de los personajes femeninos nos retrotraen a un humor y un cine casposo y trasnochado. Por un lado, está Leyre la divorciada sin demasiadas luces que parece vivir a cuerpo de rey gracias al chorizo de su ex marido y por el otro, están Vanesa, la actual mujer del muerto que no aporta nada a la narración y Susana, otra vez en el papel de mujer fatal, sin ningún tipo de escrúpulos.

En resumen, una película de humor negro, que no hace gracia, con actores mal dirigidos y situaciones ridículas. Sin olvidarse de un guion que intenta reflexionar sobre el concepto de justicia poética, pero que acaba ahogado en su propia inconsistencia.

Nota El Blog de Cine Español: 5

Laura Marina