CRÍTICA DE “KATMANDÚ”, UN ESPEJO DE 400 PELÍCULAS SOBRE VACACIONES HACIA LA AUTOCOMPLACIENCIA

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Quizá mejor asesorada y acompañada, “También la lluvia” fue una novedad en la filmografía de Icíar Bollaín.
Por ello, decepciona esta vuelta de tuerca a algunos de sus más molestos tics, en esta ocasión soterrados bajo una pátina de ambición que sí le dio un buen resultado en su bien construido retrato político social enmarcado en Bolivia.

Antes, “Mataharis” fue un innecesario bache en su carrera, reiteración de su discurso feminista más absolutamente transnochado, donde la figura del hombre suponía el eje del mal; un obstáculo para la heroína contemporánea representado en dos maridos inertes y sin personalidad, y en un jefe machista cabrón que era un tópico andante.

Ésa falta de sutileza en sus reivindicaciones así como un descuido absoluto de los secundarios, de nuevo es lo que lastra Katmandú, pese a una correcta factura y una Verónica Echegui gloriosa. La actriz demuestra raza y salva a un personaje tan poco novedoso y diseñado desde un idealismo exacerbado. No es fácil cargar con ese protagonismo total, esa carencia de grandes secundarios y subtramas interesantes.

El tono documental parecía un gran acierto capaz de dar veracidad, pero pronto se suceden los problemas de guión. Molestos flashbacks, lluvia y cursilería “Coixetiana” envuelven las -demasiadas- denuncias estereotipadas que se amontonan sin permitirnos involucrarnos en ninguna de ellas, con un trazo grueso dramático evidente. Incómodo. La historia de amor de la protagonista también carece de interés.

Total, que ese exótico viaje misionero hacia la autocomplaciencia, realización personal y demás rollos ya lo hemos visto antes. Bollaín es capaz de ofrecernos algo más.

PUNTUACIÓN: 2