ANÁLISIS COMPLETO DE LA GALA DE LOS PREMIOS #GOYA2017. ROVIRA CUMPLE ANTE UN GUIÓN POBRE

Ayer, en la noche del cuatro de febrero se celebró la 31ª edición de los premios Goya. Analizamos los puntos más destacados.

Dani Rovira

Ejerciendo como anfitrión por tercera vez consecutiva, Dani Rovira empezó con buen pie su labor en un monólogo enérgico y lleno de ímpetu, excusando de forma divertida su aceptación a la propuesta de presentar los Goya.

En este tercer intento de meterse al público en el bolsillo en su cometido de hacer de maestro de ceremonias en la gala, dio lo mejor de sí mismo, a pesar de haberse arrepentido públicamente de la segunda vez vía Twitter. Esa vehemente impronta, quizás demasiado evidente y algo forzada, tuvo como vehículo de lucimiento un monólogo con los típicos juegos de palabras que a Rovira siempre le funcionan como cómico de “Stand-up Comedy” y su demostrada gracia, enfocada a un público mayoritario de manera acertada y con un humor sin dardos envenenados evitando ser incisivo y crítico con la platea. El Dani Rovira de siempre, con menos entusiasmo que las primeras veces y en preaviso de posibles críticas a posteriori con la capa de Superman ajustada a un Superlópez del que ya conocemos sus defectos y virtudes.

Guión, escenografía y realización

El resto de apariciones del presentador durante la ceremonia no terminaron de funcionar. El gag de los tacones, con firma incluída de Pedro Almodóvar en uno de los zapatos (haciendo referencia a una de sus películas más recordadas: Tacones lejanos), no cuajó como se esperaba, el momento con Antonio de la Torre y su megáfono se vio lastrado por el deficiente sonido que no permitía que entendiéramos bien lo que decía el actor nominado por “Tarde para la ira” y el posterior cara a cara tierno entre Karra Elejalde y el propio Rovira, suegro y yerno respectivos en “Ocho apellidos vascos”, la película más taquillera de la historia del cine español, llegaba algo tarde y no le hizo
gracia a casi nadie del público presente. Además, con muy poca fortuna, el gag daba paso a un in memoriam que destacó de nuevo por su mala realización.

Y es que, el problema principal de una gala que consiguió ser más corta y directa que las precedentes, fue un guión algo rancio, un ritmo confuso y una dirección muy desfasada y anticuada por parte de Juan Luis Iborra, con reiterados planos a figuras de escayola del premio Goya (no sé a quién se le ocurrió que eso podría quedar bien en cámara) y fallos en la realización en demasiadas ocasiones que producían cierto estupor por parte del espectador en casa. Desde luego, hay que exigir un cambio por parte de los responsables, porque este tipo de galas se pueden hacer muchísimo mejor, como hemos podido ver en los premios Feroz, por poner un ejemplo.

Otro de los asuntos más criticables es el escenario que lucía demasiado pequeño, invadido por una orquesta y que dejaba un mínimo espacio a los protagonistas de la noche. La “Film Simphony Orchestra” tuvo un papel muy importante durante toda la gala, que avisaba a los premiados cuando sus discursos se alargaban demasiado y sobre todo pusieron melodía en directo a las bandas sonoras nominadas (algo bueno, por fin) y durante el in memoriam.

En el tramo final de la ceremonia, no nos libramos del número musical, en esta ocasión interpretado por los actores Adrián Lastra y Manuela Vellés, que cantaron una canción escrita por Víctor Manuel: “Porque somos como somos” que tenemos que admitir que como composición fue mucho mejor de lo visto en galas anteriores, con referencias antológicas a grandes clásicos del cine español y al oficio del cine. Se agradece que al menos contaran con dos actores que saben cantar y no tuvieran que hacer un sonrojante número de baile, pero el número volvió a resultar anticlimático, casi esperpéntico, con ambos intérpretes totalmente desconectados (Adrián Lastra engolado y excesivo). Es frustrante la incapacidad de plasmar algo musical decente, teniendo en cuenta el nivel de nuestros artistas y tratándose de un apartado esencial en galas cinematográficas.

Los premiados

Faltó emoción en los discursos de los premiados, algo que por supuesto, los encargados de la gala no podían manejar en la planificación de la misma, pero que lastraron cualquier indicio de emotividad durante el reparto de galardones.
Quizá el mayor problema fue la intención de no levantar la voz demasiado en unos premios mirados con lupa debido al absurdo y ridículo boicot que pretendía una sección del público mediante las redes sociales a la “gran fiesta del cine español”. Y eso que el señor Trueba no estaba nominado, diana clara de los responsables del intento de boicot.

Pese al interesante reparto interpretativo a 6 películas diferentes, la catarata a “Un monstruo viene a verme” de J. A. Bayona, recogiendo todos los premios denominados inmerecidamente menores en las categorías técnicas, puede resultar excesiva. Un reparto más diverso en el que se valore la creatividad más allá del presupuesto -y teniendo en cuenta el enorme nivel de las cintas nominadas- hubiese sido lo deseable en apartados como montaje o dirección de arte.

La gran triunfadora, aunque ganó solamente cuatro premios, fue “Tarde para la ira”, la ópera prima de un Raúl Arévalo muy emocionado que se impuso en la categoría de mejor dirección novel. Perdieron algunos a los que aspiraban con fuerza, como el de Ruth Díaz en la categoría de actriz revelación que fue a parar a manos de una estupenda Anna Castillo en “El olivo”, esta sí, llena de exaltación en su agradecimiento que dio un poco de luz a los discursos algo encorsetados de los premiados. Algunos de ellos muy inspirados, como el de Silvia Pérez Cruz que creó uno de los momentos de la gala al recibir el goya a la mejor canción original por “Ai, ai ai”, y no por “No hay tanto pan” que era la canción que ella quería presentar en la categoría, y que acabó cantándo en directo y a capella, haciendo alusión a la letra que criticaba duramente los desahucios con unas palabras hermosas y sencillas.

Ana Belén, el Goya de honor de la edición salió al escenario con el público en pie, como una estrella indiscutible, y pronunció un discurso largo, que se notaba muy ensayado y estuvo algo intensa, pero muy emocionada y con unas palabras finales perfectas que cerraron de manera brillante su intervención. Fue presentada acertadamente por tres de los directores con los que más ha trabajado en su carrera: José Luis García Sánchez, Fernando Colomo y Manuel Gómez Pereira.

Otro de los discursos más destacables fue el del cortometrajista nominado al Oscar, Juanjo Jiménez, por su corto “Timecode” que estuvo realmente divertido en su ironía sobre la importancia del corto en la industria cinematográfica.
Carlos Santos, premiado como actor revelación por una de las derrotadas de la noche: “El hombre de las mil caras”, tuvo unas palabras conmovedoras en su dedicatoria a su hermana. En otro de los ítems de la noche, recordemos que “Un monstruo viene a verme” es un drama con toques fantásticos en el que el protagonista se enfrenta a la enfermedad de su madre, y que coincidía que ayer era el Día Mundial contra el Cáncer, hubo muchas alusiones directas hacia el tema por parte de premiados y directamente por parte del presentador. “Fuerza para los afectados”, se pronunció y nos sumamos al mensaje impreso en el ánimo de la velada.

Otra de las grandes triunfadoras de la noche fue la actriz Emma Suárez, que consiguió el doblete interpretativo, que sólo antes había logrado Verónica Forqué, en este caso como mejor actriz secundaria por la maravillosa “La próxima piel” de Isaki Lacuesta e Isa Campo y como mejor actriz protagonista, salvando los muebles de una de las películas del año “Julieta” de Pedro Almodóvar. En su agradecimiento, al lado de su director que presentó el premio “dividido entre cuatro actrices a las que admira” no pudo resistir la tentación de resaltar lo difícil que fue su trabajo en Julieta, y lo extenuante de la mano firme de Almodóvar, atándola tan corto que quizá por ello consiguió una interpretación tan abatida y sobresaliente.

Roberto Álamo se alzó para sorpresa de algunos con el Goya al mejor actor protagonista por otra de las “casi” olvidadas de la noche “Que Dios nos perdone”, ante el supuesto favorito Eduard Fernández, y los protagonistas de la película del año: Antonio de la Torre (que vuelve a perder) y Luis Callejo.

J. A. Bayona recogió su tercer premio como director por “Un monstruo viene verme”, aunque ninguna de sus películas ha conseguido poner de acuerdo a la totalidad de la academia y ganar el premio “gordo”, siempre le reconocen su trabajo en la dirección y se le veía visiblemente emocionado en todo momento. Por último, señalar la presencia única en el escenario de la productora de “Tarde para la ira” Beatriz Bodegas, al recoger el goya a la mejor película, en una gala donde la reivindicación femenina tuvo mucha presencia en algunos momentos por parte del presentador, quizá de manera algo tosca viendo a Rovira en tacones o con el vestuario de la actriz Cuca Escribano, que en su chal tenía bordado el mensaje: “Más personajes femeninos”.
Le pese a quien le pese, viva el cine (el español, y el resto).

Chema López.