CRÍTICA DE “MAGICAL GIRL”, DE CARLOS VERMUT: UN VESTIDO, UN CETRO Y MUCHAS CICATRICES

“Magical Girl” toma su título de la serie japonesa del género de manga femenino (maho shojo) “Magical Girl Yukiko”, cuyo vestido original actúa como detonante de la historia. Alicia (Lucía Pollán) tiene dos deseos: llegar a los trece años y poder ponerse este vestido. Su padre (Luis Bermejo), un profesor en paro nada carismático, solitario y aparentemente tímido, temiendo que no pueda cumplirse el primer deseo dado que la niña está enferma de leucemia, investiga en Internet el precio del mismo y empieza a barajar cómo conseguir la alta suma de dinero por la que está valorado.

Tanto el cómic como el imaginario japonés parecen ser dos mundos por los que el joven director madrileño Carlos Vermut siente predilección. Como ya hiciera en su notoria opera prima Diamond Flash (2011), Vermut toma la ficción para generar la suya propia y no sorprende, pues, descubrir que él mismo es de hecho autor de cómics e ilustrador. Otra idea que retoma respecto su primer largometraje es la del pasado que persigue a los personajes, que no deja pasar página y oprime el presente hasta hacerlo insostenible. Sin duda un elemento que empapa toda la película.

Sin embargo, y en contraposición con esto, Vermut no se olvida de contextualizar muy bien el tiempo presente en el que transcurre toda la acción. Y de hecho, son esas conversaciones mundanas repletas de crítica socioeconómica y la reiterada muestra de algunos de los hábitos típicos del español típico, lo que conecta la cinta con nuestra realidad y dota de cierto naturalismo incluso los momentos más surrealistas. En efecto, reconocer en una ficción discursos tantas veces oídos/pronunciados como el más que mascado “qué mal está la cosa”, hace que pongamos distancia y los veamos lejanos. Es decir, que por un lado nos acerca a nuestro día a día y por otro nos lo devuelve enrarecido, listo para el análisis.

De la misma manera que como espectadores tenemos la sensación de ir descendiendo hacía un lugar cada vez más extraño y acaso cautivador, esto mismo les sucede a Alicia y Luis (su padre). Estos dos personajes, inicialmente encasillados en su pequeño y delimitado universo, se entrelazan con los particulares mundos de Bárbara (Bárbara Lennie) y Damián (José Sacristán), quienes a su vez vuelven a reencontrarse después de mucho tiempo. Esta manera de unir a los personajes, aquí quizá de un modo más evidente y esperable que en su anterior película, consigue al final dibujar un coherente mapa donde nadie es baladí y las acciones tienen consecuencias expansivas.

Poco a poco, también, la naturaleza malvada, casi diablesca, de los tres protagonistas adultos va destilando con el tiempo y es por eso nos sorprende, porque lo hace lentamente, dejando espacio a un marcado punto de rotura para cada uno de ellos a partir del cual nada vuelve a ser lo mismo. Sin duda, Magical Girl da a las cosas todo el tiempo que necesitan.

A su favor juegan por supuesto las rigurosas interpretaciones de todos los actores, quienes como Vermut explicaba en una entrevista en La Vanguardia, fueron influyendo a los personajes a medida que eran elegidos (incluso tomaron sus nombres en el caso de Luis y Bárbara) y el guión bebió también de las particularidades de cada uno de ellos, creando así una perfecta consonancia, tan sobresaliente como imprescindible por la naturaleza de la historia.

Visualmente seductora y elegante, “Magical Girl” podría bien verse como una metáfora del poder de las apariencias, del abismo escondido entre superficie y profundidad y de la fuerza que las cicatrices de la experiencia, visibles o invisibles, van dejando en nuestras pieles.

La película, que se estrenará el próximo 17 de Octubre, competirá en la sección oficial de largometrajes del 62 Festival de San Sebastián junto a otras dos películas española.

Júlia de Balle.