SEGUNDO DE CHOMÓN UN TUROLENSE QUE FUE UNO DE LOS GRANDES PIONEROS DE LA HISTORIA DEL CINE. SU PELÍCULA “EL HOTEL ELÉCTRICO” ROMPIÓ ESQUEMAS

Cuando vi por primera vez “El hotel eléctrico” me quedé impresionado, era una película magistral. La dirigió Segundo de Chomón y Ruiz (Teruel, 17 de octubre de 1871-París, 2 de mayo de 1929). Segundo de Chomón estudió ingeniería y a los 24 años viaja a París, ciudad en la que se establecería. Allí descubrió el cinematógrafo de los Hermanos Lumiere y conoció a la vedette Julienne Mathieu con la que contraería matrimonio.

Está considerado como uno de los pioneros del cine mudo y técnico de trucajes de películas míticas como “Napoleón” de Abel Gance o “Cabiria” de Giovanni Pastrone, conocido por el pseudónimo de Piero Fosco. Ha sido comparado con George Mélies, fue contratado por las empresas más importantes de la época: Pathé Freres e Italo Films.

En 1902 se instaló en Barcelona donde patentó un sistema de coloreado, fabrica su propia cámara cinematográfica y filma una película que utiliza el trucaje de maquetas, “Choque de trenes”. Del mismo año es “Montserrat”.

En 1903 rodó varias películas basadas en cuentos de la editorial Calleja, donde explora la doble exposición y las sobreimpresiones para conseguir en el mismo plano efectos de gigantismo en películas como Pulgarcito y Gulliver en el país de los Gigantes, ambas de 1903.

También en esta época perfecciona la técnica del paso de manivela, que consiste en obtener tomas fotograma a fotograma para comprimir el tiempo, y la utiliza en Eclipse de sol (1905).

Posteriormente trabajaría en Francia e Italia. Llegó a rodar varias decenas de películas.

Su obra cumbre es “El Hotel Eléctrico” de 1908, donde explotaba a fondo su desarrollo del paso de manivela y la utilización de travelling y de decorados interiores. Con una duración de 4 minutos, Chomón nos presentaba a un matrimonio maduro que llega a un peculiar  hotel donde sólo trabaja un conserje, el edificio está totalmente automatizado: las maletas suben solas, los abrigos vuelan hasta las perchas, un cepillo cobra vida y peina a la señora, una brocha de afeitar embadurna las patillas al protagonista. Finalmente el maquinista que gobierna los mandos del sistema electro-mecánico del hotel se queda dormido y los objetos comienzan un caótico frenesí de movimiento desordenado.

                 José López Pérez