¿POR QUÉ SE CRITICAN LAS SUBVENCIONES AL CINE ESPAÑOL?

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Sin duda es uno de los temas más candentes y que provoca un rechazo frontal generalizado entre los ciudadanos.

Un debate recurrente que no se plantea en otros países. Entonces, ¿por qué sucede en España, país europeo donde probablemente se destinan menos ayudas hacia el cine?

El dato del 2012 son 49 millones de euros en ayudas. Y bajando.
Menos de lo que cobran los dos principales partidos políticos en subvenciones anuales. Menos que casi cualquier televisión autonómica. Una cantidad irrisoria en comparación a lo que se destina a cualquier otro sector industrial.

Quizá las subvenciones sean el epicentro de una corriente de descrédito hacia el cine patrio. Lo lógico -algo que observamos en el resto de países- sería que nuestro cine generara una empatía, un acercamiento entre nosotros, como sucede con nuestros deportistas, escritores, etc. Sin embargo, en ocasiones ocurre justo lo contrario
Quizá para encontrar el fondo del problema debamos remontarnos a lo más básico: la educación. España no es un país cinéfilo. El cine en sí, en su ámbito cultural carece de interés, al contrario de lo que puede suceder en Francia. Allí el séptimo arte es casi una asignatura desde la infancia y el cine de autor es apreciado por toda sociedad como algo cotidiano.

Allí el cine local recibe unas ayudas que aquí serían impensables y que jamás son cuestionadas, por tratarse de algo que les gusta y aprecian. Esa percepción en España del cine como algo innecesario, es uno de los motivos por los que la gente está en contra de las subvenciones.

Otro punto indiscutible es el uso recurrente de las subvenciones al cine por parte de determinados medios de comunicación. Si nos basamos en datos, las partidas de ayudas anuales al cine son insignificantes en comparación a cualquier otro sector, como al fútbol, a la tauromaquia o a las televisiones autonómicas. Entonces, ¿por qué se pone el punto en el cine en tertulias, columnas, etc?

Quizá sea mucho más morboso hablar de los cuatro directores y actores rojos vividores, que hablar de irregularidades en subvenciones a la ganadería, por ejemplo.

Lo gracioso es a menudo observar a un tertuliano cargar contra los “titiriteros de la ceja subvencionados”, tachándolos de vagos y vividores (como quien es un ejemplo de esfuerzo, sentado con un micrófono despotricando), y lo está haciendo con un sueldo desde un canal subvencionado con unas cantidades que ya quisiera el cine.

A una película, como a cualquier proyecto empresarial, se le ayuda tras innumerables trabas burocráticas, con la finalidad de incentivar la actividad industrial o crear puestos de empleo. Ese es al leit motiv de las subvenciones. ¿Se le exige a cualquier empresa subvencionada que sea rentable? La respuesta es NO.
Además, en el cine existe un componente artístico, algo intangible. A menudo, películas sin un propósito comercial recorren el mundo por festivales, llevando la marca “España”.

Por ello preocupa la exigencia por parte del Estado de una autofinanciación y de productos que deben ser rentables por sí mismos. Esto no deja de ser una limitación al arte, por lo que debería haber un ponderado entre un cine de autor y otro con fines comerciales, ambos igualmente imprescindibles.

Todo ello desde la autocrítica. Evidentemente hay puntos muy mejorables en cuanto a las subvenciones (en todos los sectores) y se deben buscar nuevas vías. Por ejemplo, parece ser que se está trabajando en sistemas de mecenazgos similares a otros países. También hay que observar casos como en Estados Unidos, donde existen fuertes incentivos fiscales.

Bienvenidas las nuevas propuestas, pero qué duda cabe que sin ayudas, el cine muere. Y si el cine muere, España será un país más triste. Más pobre.