CRÍTICA “LA CORONA PARTIDA”: SALTO A LA GRAN PANTALLA MÁS REDONDO DE LO QUE CABRÍA ESPERAR

La corona partida podría ser un capítulo perdido comprendido entre las series de televisión española “Isabel” y “Carlos, Rey Emperador”, documentando en esta ocasión lo ocurrido tras la muerte de la reina Isabel I, la Católica. Un momento de ingobernabilidad que pondría al Cardenal Cisneros en poder de la regencia de la corona hasta la llegada al trono de Carlos I.

En este momento de complejidad política se sitúa la película que ha llevado a cabo Jordi Frades, habitual realizador televisivo. Una versión cinematográfica que pretende ser algo más que un mero episodio de tránsito entre las ficciones televisivas y adquirir una entidad propia. La interesante trama capta la atención del espectador desde el primer momento, ya que el material en el que se basa resulta apasionante e incluso se podría hacer una lectura de la actualidad respecto al marco político español reciente.

A diferencia de anteriores películas basadas en este momento histórico “Juana la loca” de Vicente Aranda o su predecesora “Locura de amor” de Juan de Orduña, en esta ocasión, la cinta se distingue por no estar tan pendiente de las tramas sentimentales de los personajes sino de dar un sentido más aséptico pero riguroso del conflicto gubernamental que se daba durante esa transición de poder monárquico y las aristas de los personajes bajo una mirada más politizada. Los responsables hablan orgullosos de sus referencias cinematográficas más cercanas a “El león en invierno” de Anthony Harvey, que narra la vida de Enrique II de Inglaterra y su esposa Leonor de Aquitania.

Para ello, la producción de “La corona partida” se engrandece en proporción a sus orígenes televisivos poniendo más atención a las localizaciones exteriores y a escenas menos teatralizadas y con más poder visual que sorprenden teniendo en cuenta sus precedentes, aunque se tratara de espléndidas revisiones históricas realizadas para la pequeña pantalla.
Gran parte del mismo equipo está a cargo de su factura técnica, destaca la esplendida música de Federico Jusid y una cuidada ambientación que pone especial mimo en el diseño de vestuario y una dirección de fotografía más depurada en este caso de Raimon Lorda, realzan aspectos técnicos que hacen disfrutable este salto a la gran pantalla, mucho más redondo de lo que cabría esperar.

Para llevar a cabo los personajes protagonistas se recurre a los actores que ya los interpretaron anteriormente a los que se suman José Coronado en el papel de Maximiliano de Habsburgo. Al lado de unos correctos Rodolfo Sancho y Raúl Mérida, la flamante ganadora del Goya a la mejor actriz revelación, Irene Escolar se vuelve a poner en la piel de Juana la loca, personaje que ha sido encarnado por algunas de las mejores actrices de la historia de nuestro cine para la gran pantalla. Todos recordamos la Juana de Castilla de Aurora Bautista, devorando cada aparición con su particular estilo interpretativo y para nuestra generación resulta inolvidable la incorporación de Pilar López de Ayala, que ganó todos los premios de su año por hacer una descarnada y magnífica versión de la encelada y “desequilibrada” reina enamorada hasta el tuétano. Escolar, convence y resiste las comparaciones con una actuación sobria, y un gran trabajo vocal y físico rebosante de fuerza y de naturalidad. Entre los secundarios hay que destacar la gran aportación de Eusebio Poncela imprimiendo misterio y una sibilina mirada a su personaje.

A pesar de sus limitaciones, las que conciernen al poco espacio de riesgo y originalidad que puede caber en este proyecto, nos encontramos ante una estimable película, reveladoramente divulgativa para los que quieran acercarse a estos sucesos reales y un entretenimiento de intrigas palaciegas más pendiente de las estratagemas relativas al dominio, y a la potestad de la forja de un imperio que a los asuntos emocionales, sin renunciar a la profundidad de las ambigüedades de unos personajes en un contexto vibrante de nuestra historia.

Nota: 6,5.

Chema López