
Fernando Franco ha presentado su cuarto largometraje como director en la 70º edición de la Seminci acompañado de Julia Martínez, Diego Garisa y Sonia Almarcha y los productores Koldo Zuazua (Kowalski Films), Guadalupe Balaguer y Gonzalo Salazar-Simpson (LAZONA), ha presentado la película en Valladolid.
El director ha destacado la complejidad del proceso de adaptación de la novela homónima de Marcelo Luján: «Llevaba tiempo queriendo hacer una película de género, y encontré en el libro una complejidad en el tratamiento del tiempo que me interesaba mucho. Hay diferencias notorias entre el material, pero fundamentalmente el germen fueron las ganas de abordar la novela como un thriller y tratar este tema tan intenso». En este sentido, ha señalado la necesidad de separarse del texto en ciertos casos, especialmente en el personaje que interpreta Julia Martínez: «En la novela Eva está más codificada como una femme fatale o una Lolita tipica del cine noir y para mí era importante sacarla de ahí. Por eso también se acaba redibujando involuntariamente el personaje de Nacho Sánchez, que se convierte en una tabla a la que se agarra la protagonista».
Esta incursión en el thriller ha supuesto a su vez una evolución en el estilo del cineasta, que ha implicado a su vez un mayor trabajo de preproducción de la película: «Mi manera recurrente de grabar ha sido el uso de planos secuencia y cámara al hombro. Pero ahora quería distanciarme de eso y acceder a una forma un poco más sofisticada, con steadycam y una mayor planificación. El rodaje ha sido un aprendizaje continuo».
Uno de los grandes retos de la película, según han reflejado el director y el elenco, ha sido precisamente el trabajo de intimidad de los actores y la necesidad de generar un espacio de seguridad para esas escenas de tensión máxima entre los hermanos: «Es mi primera película y requiere una implicación emocional enorme. Ha sido crucial la confianza y la comunicación, poder crear un mundo a parte en el que entras y sales», destacó la protagonista Julia Martínez.
Diego Garisa, por su parte, ha hablado de las escenas de «profunda intimidad retorcida» que son el centro de la película, expresando la importancia de esa complicidad mutua: «Ha sido muy fácil, a pesar de que la película sea tensa y enmarañada. Nosotros nos conocíamos de antes y que fuésemos amigos nos ha permitido trabajar desde la seguridad y la facilidad de saber que todo estaba bien. El equipo cuidó mucho las situaciones de intimidad entre los dos».
Además, la actriz Sonia Almarcha señaló: «En una película en la que cobra tanta importancia el trabajo corporal de los actores y los silencios que dicen más que las palabras, tuvimos la oportunidad de ensayar mucho y equivocarnos; así que cuando llegamos a rodaje la familia estaba prácticamente hecha. Es el truco para que luego las miradas estén llenas de significado». En este sentido, también Diego Garisa ha reflejado la dificultad de construir desde los silencios: «Ha sido una experiencia nueva el trabajar desde el silencio y la sutilidad y no tanto desde el texto. La cámara está captando cosas que no están escritas, esa la mirada de tu compañero que está sobre ti y que solo surge gracias a confiar en el artificio del cine».
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