CRÍTICA “EXTRAÑA FORMA DE VIDA”: DIRECTED BY ALMODÓVAR

Criticar a Almodóvar sería como criticar a Picasso, a Miguel Ángel o a Caravaggio; a un genio no se le critica, se le admira. Y Almodóvar es un genio, gusten o no sus películas.

Al igual que los iconos anteriores, Pedro no tiene que firmar con su nombre, le sirve el título de “directed by Almodóvar”. Ya cuando aparece “produced by…” aparece Agustín antes del apellido. Conocido desde EEUU a India, pasando por países como Japón, China o Bolivia, esto no lo consigue nadie de la pequeña industria cinematográfica española.

Este director es único, y programar una obra suya es lo más afortunado que le puede pasar a un festival, incluido el grandilocuente Cannes. Poca gente crea tanta devoción en el cine como el manchego, pero lo que está seguro es que nadie como él sabe crear una expectación y un marketing tan potente con una película cortometraje “independiente”. Pedro es capaz de empapelar París con “Madres Paralelas” o hacer que su cortometraje tenga un cartel en Cannes mucho más grande que cualquiera de los largometrajes en la competición oficial. Almodóvar es un fenómeno, y un fenómeno no admite críticas.

Pero si hubiera que hacer críticas de “Extraña forma de vida” diríamos que es un film almodovariano con sus colores intensos, primeros planos de objetos sin sombras tenues, actores en constante tensión, y un guion parco, con tomas y dacas dialécticos entre los protagonistas.

Una pareja de vaqueros que tras 25 años se encuentran y se vuelven a acostar. 30 minutos que dan para ver el pasado de estos dos hombres muy hombres en un mundo de hombres, pero que gracias al alcohol muestran sus verdaderos sentimientos. Hace 25 años y en la actualidad. El resumen sería que el alcohol da la felicidad… bueno, en una sociedad como la del “oeste” de EEUU el ocultarse o no para tener sexo con otro hombre no parece que fuera un problema, o al menos no queda reflejado en el film, ya que en las escenas del pasado, las chicas con las que están se van alegremente para que sigan metiéndose mano los dos hombres. En las escenas del presente el hecho de que el “forastero” (Pedro Pascal) duerma en la casa del “sherifer” (Ethan Hawke) tampoco parece levantar sospechas. Vamos, que no parece que se tengan que ocultar de nadie más que de ellos mismos, y ese último obstáculo lo superan a base de vino. Pues, ¡QUÉ VIVA EL VINO!

Opinión: 7/10

El infiltrado en Cannes

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