CRÍTICA “PETRA”: LA TRAGEDIA GRIEGA DE UN CATALÁN

En su nueva película, “Petra” (2018), Jaime Rosales ha decidido remontarse a la eterna obsesión por el origen desconocido que ya protagonizaron en su momento Edipo o el Segismundo ideado por Calderón de la Barca. Tras la muerte de su madre, Petra (Bárbara Lennie) que nunca ha conocido a su padre, decide iniciar una búsqueda identitaria que le lleva hasta Jaume, un afamado artista plástico cínico y de una maldad inaudita. Junto a él, Petra conoce a Marisa, su esposa, y a Lucas, el hijo de ambos. Poco a poco esta singular familia irá estrechando los lazos con Petra, en medio de un sinfín de mentiras y una violencia, tanto física como mental, que les deparará a todos un destino trágico y doloroso.

Para contarnos este profundo drama familiar, el director barcelonés decide recurrir a siete actos que son presentados en un orden alterado. A su vez, el devenir de los personajes está contado mediante planos de gran duración, en los que la cámara se muestra huidiza. En muchas ocasiones vemos espacios desprovistos de vida, a los que la cámara se va introduciendo con sigilo. Aunque no hay muchos cambios de plano, la cámara sí que está en un ligero y permanente bamboleo. Y cuando asistimos al diálogo de dos personajes, muchas veces no vemos al hablante, sino que se prefiere enseñar las reacciones y los silencios que crean las palabras. Porque en Petra el ambiente es extremadamente gélido, tanto en lo referido a la expresión de las emociones, como en lo referente a la música, que solo hace acto de presencia de manera testimonial y en forma de una inquietante melodía casi espectral.

En este ambiente claustrofóbico, con multitud de puertas que parecen atrapar a los personajes, destacan las interpretaciones de sus actores. Emociona ver a Marisa Paredes en un pequeño papel, no desprovisto de su clásica elegancia y saber estar, y en especial, siempre merece la pena contemplar otro nuevo gran trabajo de Bárbara Lennie. Con su hipnotismo habitual, Lennie, se mete de lleno en esta artista perdida en sus retratos que busca al padre y se encuentra con el más tremendo horror. Cada una de sus miradas transmite el caos interior de esta mujer. Una mujer que deberá buscar su sitio en la madre naturaleza, ante la deriva carroñera de los humanos.

Las relaciones, posibles incestos, traiciones, discusiones, etc parecen sacadas de una fábula de terror o de un documental de aves carroñeras. Especialmente la figura de ese patriarca déspota, que es un respetado artista, puede decirse que sobrepasa los niveles tolerables de horror. Cada palabra que sale de su boca está repleta de odio y ni siquiera concibe el arte como algo más que un medio para ganar dinero. No obstante, la exagerada vileza de este personaje no está contextualizada lo que puede ser un fallo o la constatación de que el mal muchas veces no necesita excusas. Por todo ello, el espectador no puede evitar cuestionarse si de una mente maquiavélica es posible emanar arte. Curiosamente Jaume ha triunfado incontestablemente con sus obras, aunque la admiración general muchas veces está cercana a la sumisión. Aquellos que le rodean o que trabajan para él, no le respetan sino que le temen. El poder que ejerce es un arma arrojadiza contra el débil, contra aquellos que necesitan de su sustento. Tristemente esta es una forma de actuar demasiado recurrente en el mundo de nuestros días.

Curiosamente en Petra la maldad que personifica Jaume está premiada con la fortaleza psíquica, frente a la debilidad o cobardía que muestran tanto su hijo como su mujer. Tendrá que ser Pau, el hijo de uno de los trabajadores a su cargo, el que coja el toro por los cuernos y haga justicia poética. A Petra le quedará la difícil tarea de seguir viviendo, con ayuda de los astros y en especial de Júpiter, el padre de todos ellos.

Nota El blog de Cine Español: 7

Laura Acosta