CRÍTICA DE ‘LOREAK’, DIRIGIDA POR JOSÉ MARI GOENAGA Y JON GARAÑO

La muerte, siempre reveladora y aterradoramente paradójica. Nos plasma la verdadera personalidad de quien se ha ido. De pronto descubrimos cuánto amábamos a esa persona; cuán increíblemente vital era para nosotros, aunque apenas hayamos cruzado dos palabras.

La culpa y las distintas maneras de afrontar el duelo se recogen en un frágil ramo compuesto por tres lirios pálidos. ‘Loreak’ indaga impecablemente en el carácter árido de esas mujeres contenidas y de complicado e inmenso mundo interior. Una incapacidad para expresarse emocionalmente y una dureza aparente que se desvanece ante unas bellas flores.
Sus cuitas secretas convergerán a través de la figura de un hombre que es pura bondad, interpretado por ese actor superlativo -a quien ya tardan en lloverle papelazos- llamado Josean Bengoetxea. Un hombre bueno. Un hombre corriente. Ese amable compañero de sempiterna sonrisa al que no prestas excesiva atención desencadenará un cisma de consecuencias sísmicas.

Itziar Ituño carga magistralmente con el personaje más duro y difícilmente empático. La rabia y determinación de Lourdes por borrar de su memoria -a base de desprecio si es necesario- todo resquicio de recuerdo del hombre que amó se ve desmoronada ante un inofensivo ramo de flores.
Nagore Aranburu se revela como una actriz de maravillosa delicadeza y matices. Interpreta a Ane, la desencantada esposa; una mujer de infelicidad soterraba y cubierta de una sonrisa a la que la madurez ha llegado demasiado pronto. Su hechizo romántico inclasificable y secreto es sin duda el alma de la historia.
La veterana Itziar Aizpuru tiene el don de la expresividad y fotogenia, pasando de la dureza a la ternura y humor. Ella representa el duelo supeditado a la tradición.

Más allá del evidente logro estético, Jon Garaño y José Mari Goenaga engranan una delicada composición desde un magnífico montaje en el que los tiempos y las elipsis están medidos artesanalmente, creando de lo exiguo una interesante comunión entre intimismo y una intriga que mantiene el interés del espectador hasta el final, casi aproximándose al thriller. Además, esta es una de esas películas que invitan a la reflexión.

La magia de su realización pone el punto álgido de la película, junto a las tres interpretaciones de sus heroínas cotidianas, que en mi opinión deberían pasear por la alfombra roja de los próximos Premios Goya.

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