CRÍTICA DE LA PELÍCULA “NINA”: UN NEOWESTERN FEMENINO QUE NO TERMINA DE FUNCIONAR

Ayer fue el pase de prensa de “Nina”, segundo largometraje de Andrea Jaurrieta (“Ana de día”), que forma parte de la Sección Oficial a Competición del Festival de Málaga. Un proyecto que ha participado en los laboratorios de Torino Feature Lab, Residencias Academia de cine de España, New Horizons Studio+, Atlántida Film Fest y Abycine Lanza, entre otros.

La película se rodó durante 6 semanas en diferentes localizaciones de Mundaka y Bermeo (Vizcaya). Está protagonizada por la ganadora del Premio Goya Patricia López Arnaiz (Ane, 20.000 especies de abejas) que para mi gusto lo borda, y por el ganador de la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián Darío Grandinetti (Hablé con ella, Empieza el baile). Completan el reparto en su primer papel protagonista Aina Picarolo (La casa entre los cactus) como Nina joven, Íñigo Aranburu (Los Europeos), Mar Sodupe (La Caza) y Ramón Agirre (Amor). Unos personajes bien armados, con muchas capas que se van descubriendo a medida que avanza el filme.

“Nina” narra una historia de venganza ambientada en Arteire, localidad ficticia a caballo entre Mundaka y Bermeo. La protagonista es Nina, una mujer que retorna al pueblo costero en el que creció con una escopeta en el bolso y el objetivo de vengarse de un famoso escritor al que el municipio rinde homenaje. Se trata de un historia con aires de western que reflexiona sobre el abuso sexual pero evitando tópicos, construyendo un personaje que no es estereotipo de maldad, y que deja espacio abierto para que los espectadores puedan extraer sus propias conclusiones.

El guion, escrito por Andrea Jaurrieta, consiste en una versión muy libre de una adaptación de la obra teatral “Nina”, de José Ramón Fernández. A su vez, esta pieza está basada en los protagonistas de “La gaviota”, una de las obras maestras de Antón Chéjov, enfocada en los conflictos románticos y artísticos entre cuatro personajes, pero añadiendo el aspecto de la venganza que la obra teatral no tiene, y que es el motor de la acción.

Me ha parecido un acierto el montaje, jugando con el presente y los flashbacks a los años 90, así como la fotografía y la forma en que está retratado el paisaje de la costa vasca, que se ve increíble, y que nos permite ver reflejado ese tormento constante que tiene la protagonista con su pasado en las atmósferas, los paisajes y el mar.

La banda sonora de Zeltia Montes me parece también muy acertada. Orquestada y dirigida por Joan Martorell, y grabada en Budapest con la Budapest Symphony Orchestra, aporta profundidad y refuerza los momentos dramáticos y situaciones complicadas que vive la protagonista.

Nota El Blog de Cine Español: 6

Lau Sánchez