La pasada edición del Festival de Venecia acogió la premiere de El arte de volver, una pequeña película independiente, ópera prima de Pedro Collantes, autor de varios cortometrajes y que aquí coescribe junto a Daniel Remón (Intemperie).
El filme recorre las primeras 24 horas en Madrid de Noemí, una actriz instalada desde hace años en Nueva York que, con motivo de la audición para un casting, regresa a España.
Collantes transmite con acierto la sensación de desubicación que muchos “emigrantes” sentimos al volver a casa y ver cómo las cosas han cambiado sin nuestro conocimiento (o tal vez nos desentendimos). Los diferentes encuentros que vive la protagonista son narrados en modo episodio, un formato que permite el lucimiento de cada uno de sus actores, con mención estelar a unos excelsos Nacho Sánchez, el follamigo desencantado con el mundo de la interpretación; y una excéntrica Ingrid García Jonsson, dando vida a su amiga artista.
Cada encuentro está basado en largos diálogos con aromas “rohmerianos”, resultando complicado escoger una de esas piezas que bien podrían funcionar como cortometraje independiente pero cuya cohesión nos permite conformar, comprender e identificarnos en la complicada personalidad de su protagonista, en su tristeza, melancolía e inadaptación.
Pero, probablemente, el episodio más conmovedor y trascendental sea el de Luka Peros, auténtica revelación del film y, por qué no, una de las revelaciones del 2020. Pocos podíamos imaginar que detrás del célebre Marsella de La casa de papel se escondía un actor de tal calibre, capaz de emocionar con un breve papel de exquisita sensibilidad, en un encuentro que resultará catártico ya que, probablemente, abrirá los ojos de la protagonista: el auténtico dolor de quien echa de menos su tierra, de quien ve cómo pasan las cosas a su margen y a su pesar.
Nada funcionaría en el film sin la perfecta expresión melancólica de Macarena García, en una fotogenia madura y serena, inédita en ella hasta la fecha.
PUNTUACIÓN: 8
