CRÍTICA “LA HIJA”: TENER, OTORGAR, QUITAR UNA VIDA Y…MENUDO FINAL

La última película de Manuel Martín Cuenca está rodada en la Sierra de Segura, un personaje más en la obra, lugar elegido de manera idónea para contarnos una de las historias más azarosas y desoladoras que veremos este año en las pantallas. Con un reparto de lujo compuesto por Javier Gutiérrez, Patricia López Arnaiz y la debutante Irene Virguez, la revelación de la cinta, ‘La hija’ está dominada por ese sello de autor que posee su director de personajes en lucha eterna entre los deseos de la sociedad versus los de sus propias entrañas.

La marcada y macabra hoja de ruta de ‘La hija’ queda marcada en las primeras frases que sus protagonistas pronuncian ante el espectador dándoles la bienvenida a su mundo: — Hiciste todo lo que te dije ¿tiraste el móvil? — Sí, maestro. El resto de ‘La hija’ es las consecuencias de estos actos y sus sorprendentes finales.

Manuel Martín Cuenca dirige y coescribe junto a Alejandro Hernández ‘La hija’. Un film, como es típico en su cinematografía, inclasificable a priori en ningún género concreto; aunque de naturaleza perturbadora y repleta de personajes deshechos de ética en un paraje cuya naturaleza primitiva acaba convirtiéndoles en notas discordantes de su propio sino.

Los últimos coletazos del director almeriense ponen de manera clara y consciente su verdadero interés como representado en obras como ‘Caníbal’, ‘El autor’ y ahora ‘La hija’. Manuel Martín Cuenca cree en la capacidad que posee el cine como arte para poner de manifiesto el amalgama de contradicciones, conflictos y carencias del ser humano, en sociedades dispuestas a entorpecer todo lo posible la capacidad de ser uno mismo. Tanto el sastre interpretado por Antonio de la Torre, como el aspirante a escritor Javier Gutiérrez, con el que repite es este film, sus personajes, motores de sus historias, acaban siendo la peor versión de ellos mismas con el único objetivo de conseguir un propósito.

Se destila cierta mensaje moral en ‘La hija’ en lo referente a la situación de la mujer, proyección de la vida, en parajes donde la naturaleza cobra un protagonismo más simbólico. Su contexto idílico, excelentemente fotografiado por Marc Gómez del Moral y la sobresaliente actuación de todo su reparto, incluidos un abanico de secundarios de lujo, pone de manifiesto esa idea tan bien explicada y (de manera inexplicable) escasamente puesta en valor en la obra, la de que todos los pactos del hombre son posibles salvo los que compiten con los de su propia naturaleza.

La decisión del director almeriense de contar con tres puntos de vista distintos una historia ligada al concepto de vida y a sus diferentes vertientes: tener, otorgar y quitar, distorsiona algunos momentos del relato donde el espectador echa en falta una visión mucho más emocional e intensa, justificadamente femenina, en los momentos más dramáticas de la obra, ya que se está hablando, nada más y nada menos, del derecho de la propia vida y el de sus creadoras y creadores.

Nota El Blog de Cine Español: 7

Eduardo Parra

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