CRÍTICA “LAS DISTANCIAS”: CUANDO TE DAS CUENTA DE QUE TU VIDA NO ES LO QUE HABÍAS PENSADO

El desencanto es una emoción compleja que algunos saben gestionar mejor que otros. Esa es una de las ideas que uno puede sacar después de ver Las distancias (2018), la segunda película de Elena Trapé, tras su aclamada ópera prima titulada Blog (2010). En su segunda cinta la directora se acerca a un grupo de amigos de la universidad que deciden dar una sorpresa a uno de ellos y presentarse en su piso de Berlín para celebrar su treinta y cinco cumpleaños. En apariencia la idea de pasar un fin de semana con su viejo amigo resulta preciosa, pero el tiempo, las ausencias y las palabras no pronunciadas irán siendo cada vez obstáculos más insalvables.

Los cinco amigos representan esa generación a la que la crisis sesgó todas las ilusiones, cuando mayores eran sus ganas de soñar. Los cinco tienen carreras y estudios, pero deben malvivir con sueldos precarios y vidas que no desearían ni a su vecino más pesado. De alguna forma los cinco pueden encuadrarse en el llamado Neoexistencialismo, un estado caracterizado por la supervivencia, más metafórica que física, y el penduleo entre el estar y el no estar. En concreto el personaje de Comas, al que Miki Esparbé interpreta de forma correcta pero demasiado plana y focalizada en su estado de muerto viviente, recoge muchas de las características del Neoexistencialismo. Comas es un tipo taciturno que habita un hogar caótico y abandonado y parece no llevar en su mochila relaciones sentimentales muy saludables. Sin embargo, Comas tiene la suerte de contar con un puñado de amigos capaces de surcar los cielos para ir a verle. Muy concretamente entregada a su amigo se muestra Olivia, genialmente interpretada por una Alexandra Jiménez que llena de hondura y multitud de matices el volcán emocional por el que atraviesa su personaje. Olivia es aquí es el faro de la historia, la observadora de sus amigos y la encargada de guiarles a todos ellos.

Porque ante la ausencia de la familia sanguínea, los personajes se refugian en la fraternidad que genera la amistad, vista ésta como una certera barrera contra el dolor y la fragilidad humana, que se antepone a la cruda realidad. Los cinco amigos se reencuentran en un ambiente en principio repleto de calma, pero en tres días se darán cuenta de que es imposible vivir permanentemente con los ojos vendados e inmersos en la incomunicación. Por muchas nuevas tecnologías que tenemos hoy en día, todos los personajes mantienen demasiadas historias en un cajón oscuro que la mínima convivencia tambalea. Obviamente sentir que se ha fracasado es muy doloroso, por muchas que haya decenas de marquesinas repartidas por la ciudad dando una imagen engañosa de ti, pero doblemente doloroso es ver como tu única arma contra ese fracaso es la inmadurez. Una inmadurez que lleva a los personajes a la huida y al infantilismo, solamente sofocado por una Olivia embarazada de siete meses que parece estar de prácticas con sus amigos.

Olivia es la única que no decide abandonarse a la deriva urbana, a diferencia de sus amigos que caen rendidos por el profundo proceso de desidentificación que genera en ellos la enorme Berlín. Ante los problemas derivados de la distancia y el punzante paso del tiempo, los personajes no encuentran consuelo en la ciudad. Muy al contrario la ciudad les provoca encontronazos, soledad y dolor. Ni siquiera la ciudad que en teoría te acoge, muestra signos de humanidad para que la nostalgia de una época mejor sea más llevadera.

En definitiva, Las distancias es una película muy interesante que se sustenta en la sencillez para armar un discurso profundo y certero sobre una generación ahogada por la desazón. Todo ello relatado con un estilo intimista y un guion excelente en el que las miradas y los silencios valen más que mil palabras.

Laura Acosta

Nota El Blog de Cine Español: 8