CRÍTICA “LAS DISTANCIAS”. ELENA TRAPÉ REGALA A ALEXANDRA JIMÉNEZ EL PAPEL DE SU CARRERA EN UN IRREGULAR RETRATO DE DESENCANTO GENERACIONAL

Ocho largos años (demasiados) han pasado desde que Elena Trapé presentara Blog, su estimulante ópera prima. En esta ocasión nos ofrece otra dimensión generacional marcada por el desencanto, desengaño y amargura.

La directora acierta al retratar la inmensa distancia que separa a cada uno de los componentes de un viejo grupo de amigos de la universidad, ya bien entrados en la treintena. Olivia (Alexandra Jiménez), Guille (Isak Férriz), Eloi (Bruno Sevilla) y Anna (Maria Ribera) viajan hasta Alemania para sorprender a su amigo Comas (Miki Esparbé) por su 35 cumpleaños y descubren lo lejos que están de él, no solo geográficamente sino también emocionalmente.

Las Distancias se entronca en un paradigma narrativo que quizá no ofrece demasiada novedad y que está marcado por la contención y los silencios, no quedando claro si esa propuesta intimista es la vía idónea para lo que se pretende transmitir, ya que el silencio de los personajes conlleva a que ciertas resoluciones -en especial las de los personajes secundarios- resulten abruptas, como la crisis de la pareja Guille y Anna, o el devenir del personaje de Bruno Sevilla, que representa la figura del perdedor y cuyos comportamientos no acabamos de entender.

Sorprendentemente, los brillantes y escasos diálogos ofrecen algunos momentos estelares del filme, por lo que se echa de menos que Trapé hubiese explorado esa vía.

Pero si en algo destaca Las Distancias es en la construcción de su personaje principal, interpretado por una Alexandra Jiménez que alcanza la excelencia. Málaga no falla como termómetro a los Goya interpretativo y desde luego Jiménez apunta no solo a Biznaga, sino a una más que plausible nominación al cabezón que tanto adeuda la Academia a una de nuestras mejores actrices.

Por contra, la magistral composición de un personaje complejo y lleno de matices contrasta con el catálogo de personajes secundarios algo desdibujados. Destaca especialmente el retrato descuidado y al filo del estereotipo de todos y cada uno de los hombres de la película, patéticos, cobardes o directamente machistas, algo común en ciertas miradas femeninas y que ya debería estar superado desde la Mataharis de Bollaín. En un momento en el que el pedimos a gritos igualdad y más mujeres en el cine español, es interesante reivindicar una aproximación realista y profunda al universo masculino por parte alguna de nuestras directoras.

PUNTUACIÓN: 5