CRÍTICA DE “LEJOS DEL MAR”, LA INTERESANTE DISECCIÓN DEL PERDÓN DE IMANOL URIBE QUE TODOS DENOSTARON

Recuerdo que hace un año por estas fechas un clamor se desató tras el pase de ‘Lejos del mar’, lo nuevo de Imanol Uribe, en San Sebastián. Yo mismo recibí whatsapps de horror provenientes de la proyección. Por propia experiencia sé hasta qué punto en un festival se puede distorsionar todo hasta llegar a cometerse una injusticia. El espectador es vulnerable y eso incluye al crítico, especialmente en esos ambientes. Alguien se ríe, burla o hace algún tipo de comentario y el contagio en la sala está servido.

Con esto no quiero cuestionar el criterio del grueso de la crítica que destrozó la película en ese momento. Sólo creo que no era para tanto y no logro entender la saña desmedida ante una película con cosas positivas.

El asunto etarra parece lejano, pero no lo es. Y en ese sentido, Uribe actualiza la temática y la contextualiza a los nuevos tiempos, ejerciendo de nuevo como valiente cronista de la situación política del País Vasco desde los años 80 hasta hoy, en un discurso que ha sufrido una evolución durante su filmografía en consonancia a la evolución de la propia sociedad vasca.

Quizá exista cierto hartazgo hacia la temática, pero resulta interesante esta nueva visión y cómo Uribe plasma la actual percepción social del terrorismo, que relega a lo marginal, al exilio. El director plasma el estigma del etarra y cómo la condena va más allá de lo penitenciario. Nos marca una difusa línea entre lo imposible y lo necesario del perdón -la escena de Eduard Fernández desnudo en cuerpo y alma ante Elena Anaya es de las más bellas del filme-. Por ello, la actitud de la víctima (Elena Anaya) será enormemente cuestionada y a muchos les parecerá inverosímil, pero a mí me resulta fascinante esa higiénica necesidad y a su vez incapacidad de perdonar, en una mente devastada por los terribles estragos traumáticos.

‘Lejos del mar’ arranca lentamente y cuesta entrar en ella. Pero pronto nos deja entrever al Uribe furioso de su plenitud, con varias de sus señas de identidad: provocación, morbo, sordidez y sensacionalismo. Por desgracia, no alcanza la potencia de ‘Días contados’ y por momentos se respira cierta desidia que se ve reforzada por una cinematografía un tanto decepcionante.
Aun así, Uribe siempre resulta intrigante y es uno de los pocos los autores de nuestro cine perfectamente reconocibles. Quizá el problema sea un sentido del ridículo hiperdesarrollado en el espectador especializado actual.

PUNTUACIÓN: 5,5