CRÍTICA DE “MUSARAÑAS”. EL FESTÍN DE MACARENA GÓMEZ DEJA BUEN SABOR DE BOCA EN SITGES

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Los fetiches de Alex de la Iglesia -la deconstrucción familiar, religión, el humor negro salvaje- están muy presentes en este primer trabajo bajo su producción.

Como curiosidad y a modo de sondeo, esta spanish gothic deliberadamente gamberra se ha convertido en la película favorita del certamen para el implacable Carlos Pumares, todo un mérito teniendo en cuenta que ha calificado de escoria casi todo lo que ha visto hasta ahora (esto es sólo un adelanto de la entrevista que nos ha concedido a El Blog de Cine Español).

Y es que “Musarañas” es una esquizofrenia desacomplejada que ha satisfecho en términos generales en su primer pase en la segunda jornada del Festival de Sitges, aunque es una película que desatará opiniones muy encontradas y es de esperar que haya algún detractor.

Personalmente he entrado de lleno en la dramática represión que viven las dos hermanas que retrata el film, cada una de ellas por distintas circunstancias. Montse sufre una agorafobia que le impide salir de casa y somete bajo su yugo opresor a su hermana pequeña, quien vive con el peso de la culpabilidad debido a la muerte de su madre cuando le dio a luz.

El personaje de Monste puede evocar referentes que abarcan desde la madre de ‘Carrie’ a la Annie Wilkes de ‘Misery’. Pero no nos engañemos: se trata de la construcción de un genuino y potente personaje, de indiscutible omnipresencia y capaz de otorgar absoluta entidad a una pequeña película cuyo minimalismo escénico apenas llega a afectar gravemente gracias al pulso de sus creadores, los debutantes Juanfer Andrés y Esteban Roel.

Pero el auténtico disfrute de Musarañas es la excelsa interpretación de Macarena Gómez, que eclipsa al resto del elenco -solventes Nadia de Santiago y Hugo Silva- y es capaz de transmitir con su expresión el tormento de su personaje en los primeros compases, así como la locura salvaje del tramo final.
Éste es un punto conflictivo, ya que en España hay un sector crítico con serios prejuicios sobre este tipo de interpretaciones y acusará de histrionismo a Gómez -¿alguien espera un ejercicio de contención?-. A mí me ha producido un abanico de sensaciones, que van desde la ternura hasta el estremecimiento. Curiosamente, el terrible personaje de Gómez ejerce una gran empatía entre el espectador, convirtiéndose en uno de esos grandes villanos queridos cuyos actos brutales producen una irremediable satisfacción.

Las intervenciones de Luis Tosar están acertadamente insertadas. Mención especial a una de ellas; un magnífico diálogo bis a bis con Gómez que hace de presentación al acto final, cuando se desata la locura y comienza el auténtico festín.

Es entonces cuando el humor -el público ha reaccionado con carcajadas y aplausos en varias escenas- bañado de la dosis justa de gore ponen el punto álgido del film, aunque tal vez haya alguna laguna en ese in crescendo.

Indiscutiblemente, hasta ahora ha sido la más refrescante sorpresa del certamen.