CRÍTICA DE “LA PRÓXIMA PIEL”, UNA PELÍCULA QUE CUESTIONA LA PROPIA PERCEPCIÓN DE UNO MISMO

La identidad y la relación entre  las madres e hijos son el eje central de La próxima piel, el último largometraje de Isaki Lacuesta. Esta vez cuenta en la dirección con Isa Campo, habitual colaboradora y guionista de sus anteriores películas y juntos consiguen su mejor película hasta la fecha. Los vínculos familiares están expuestos como una reflexión, y no como una asunción en esta película llena de recovecos profundos sobre las dudas y la propia conciencia de lo que uno es, vestida de misterio entre la frialdad helada del paisaje pirenaico.

¿Cómo sería el reencuentro entre una madre y un hijo reaparecido tras ocho años de ausencia? Ésa es la pregunta a la que se enfrenta la película, pero la respuesta que va a elegir nunca es la más fácil. Apoyada en un guión férreamente conseguido, a base de pequeñas dosis de información tanto para el espectador como para el protagonista, iremos despejando o no las sospechas que cada uno de los personajes tienen entre sí, pero sobre todo iremos asumiendo sin ninguna imposición el nacimiento de una nueva relación que se crea a través de este encuentro renovado, recién resurgido a través del tiempo.

Pero más allá de vestir la piel de suspense, la película va mucho más allá y cuestiona la propia percepción de uno mismo, y de la imagen que proyectamos a los demás mediante una telaraña epidérmica de apariencias y la introspección de la mirada interior.

Hablar de los lazos de sangre y la familia que elegimos, aquí es una dirección ambigua. En el viaje hacia su propio pasado, el protagonista, Gabriel vislumbra la ida y vuelta de su nueva o vieja existencia y la huida hacia una realidad que está siendo creada a imagen y semejanza de la realidad o de la fantasía de querer formar parte de algo que te ha sido asignado tras la pérdida de la memoria, tratada en la película en forma de trastorno disociativo.

De todos modos, y aquí viene lo realmente fascinante, es que ‘La próxima piel’ también es un drama acerca de la fe. De la capacidad del ser humano de creer y confiar en lo que desea. La estimulante propuesta de Lacuesta y Campo nos descubre a cada fotograma una nueva inquietud y nos mantiene alerta durante todas las secuencias de la película. Conmueve y hurga racionalmente a partes iguales, sobre todo en esa escena remarcable del baile entre Gabriel y Ana, su madre, donde se silencia todo lo demás menos unos diálogos directamente dichos de mirada a mirada. El frío no puede hacer nada contra el contacto tangible que nace o se recuerda entre las personas.

En la reciente, “Julieta” de Pedro Almodóvar, ya nos hablaban de la ausencia, y sobre todo del silencio y la culpa, pero “La próxima piel” nos habla de la presencia tras dicha desaparición, una vuelta de tuerca distinta e igualmente deslumbrante. En una casualidad arbitraria, pero llena de lógica, Emma Suárez protagoniza así dos de las películas más interesantes del año, y sorprendentemente Julieta y Ana podrían ser a nivel interpretativo consecuencia la una de la otra o complementarias, pero la actriz consigue el milagro y la excelencia de ser dos personas totalmente distintas. Dos tristezas, dos miradas y  dos fragilidades en un mismo rostro.

Àlex Monner irrumpe en la pantalla arrollando cada escena, la energía del actor se apropia toda la película. Es ese tipo de interpretaciones que consagran la figura de un intérprete en el panorama cinematográfico. Resuelve las dificultades de su complejo personaje con una determinante autenticidad que contribuye sobremanera al éxito del resultado final. Sergi López vuelve a bordar uno de esos personajes áridos que poblan su fimografía y los jóvenes Igor Szpakowski y Greta Fernández contribuyen con su presencia y talento en uno de los temas mejor expuestos en la película, la capacidad de resiliencia de la juventud.

El pasado puede ser una losa con forma de olvido, el presente ha de llenar las horas y los días de la supervivencia y el futuro es una cicatriz reseca y reveladora.

Nota: 8,5.

Chema López