CRÍTICA PELÍCULA “LITUS”: AMIGOS DESPUÉS DE TODO

Hace muchos años Aristóteles se atrevió a definir los tres tipos de amistad, que a su juicio definían las relaciones entre seres humanos. De este modo, para el filósofo existía la amistad interesada, de carácter instrumentalizador y poco aconsejable, la amistad que busca únicamente placer y la amistada perfecta, en la que más allá de placeres y utilidades existe un aprecio sincero por la otra persona. En Litus (Dani de la Orden, 2019) uno percibe que la teoría en ocasiones tiene una compleja aplicación práctica, ya que en una relación de amistad las emociones no están compartimentadas.

Un treintañero, llamado Litus, se ha suicidado estampando su furgoneta y el grupo de amigos está devastado. Tres meses después del suceso, deciden reunirse para hablar de ello y leer unas cartas que su amigo les dejó, pero de esa reunión ninguno de ellos saldrá indemne. Tenemos a Pablo (Álex García) el mejor amigo de Litus y el que más problemas tiene para verbalizar sus emociones, Marcos (Adrián Lastra) el gracioso del grupo que no pasa por un buen momento personal y su exnovia Su (Marta Nieto), Laia (Belén Cuesta) la exnovia del ausente o un destacable Quim Gutiérrez como el hermano de Litus.

Estando en el guion verbalizadas las claras referencias a Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1991), también parece que últimamente el cine español está poniendo el foco en una generación de treintañeros desnortados y adictos al vagabundeo emocional. Por algo hace relativamente poco se estrenaba Las distancias (Elena Trapé, 2018), sobre una reunión de amigos, en este caso, con la excusa de la emigración forzosa a Alemania. Aunque en Litus la crisis de los treinta también deja sitio al éxito, reflejado en el inmenso piso en el que vive Pablo y su amigo Marcos, las similitudes entre ambas son más que evidentes, ya que las reuniones entre amigos sirven para sacar a la luz relaciones ahogadas por la incomunicación y las medias verdades. Paradójicamente, vivimos en un mundo exageradamente conectado, pero somos incapaces de depositar nuestra atención durante más de unos segundos en algo o alguien. De este modo, cuando nos enfrentamos a un hecho traumático, como la muerte de un amigo, nuestras palabras prefieren la broma fácil o el cambio de tema, no vaya a ser que nos preocupemos profundamente por él o ella y podamos así abrir nuestra particular coraza emocional.

En estas películas las relaciones de amistad son profundamente disfuncionales, teniendo como consecuencia una desmitificación de los grandes elementos que han vertebrado tradicionalmente las sociedades. La amistad ya no es un elemento ideal y perfecto, pero en Litus, Dani de la Orden da un paso más en el proceso de desmitificación y se atreve con la muerte. Ni la muerte es algo terrible y oscuro de lo que no hablar, ni los muertos son siempre seres inmaculados de los que compadecerse. Hay muertes elegidas haciendo uso de la liberta individual, por mucho que sean discutibles, y muertos con conductas poco morales a sus espaldas, que no se convierten en maravillosas por la desaparición del sujeto.

Como conclusión, merecen unas líneas el trabajo del grupo de actores que se encierran en el piso para, como si en una obra de teatro se tratase (y tiene mucho de teatral, al ser una adaptación de una obra teatral de Marta Buchaca), dar vida a estos amigos sufrientes. Vuelve a convencer Belén Cuesta en un registro dramático, contenido y de miradas profundas; Adrián Lastra no difiere mucho de cualquier otro de los últimos personajes que ha interpretado; Álex García tiene un papel bastante plano aunque da lo mejor de sí; Miquel Fernández destaca en la última secuencia como cantante; Marta Nieto asiste más como espectadora de la reunión y Quim Gutiérrez tiene el personaje más rico dramáticamente. Posiblemente suya es la única secuencia verdaderamente catártica, echando en falta una mayor emoción pura en la cinta, sin la recurrente utilización de la música no diegética, como subrayado, y una mayor capacidad de innovación para que el espectador no salga con la idea de haber sido conducido concienzudamente hasta el final soñado.

Laura Acosta

Nota El blog del cine español: 7

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