CRÍTICA DE LA PELÍCULA “VIDAS PEQUEÑAS” QUE SE ESTRENA MAÑANA VIERNES

Distribuida por la compañía barcelonesa Emon Films, mañana se estrena en España “Vidas pequeñas”.

Es una producción de Alquimia Cinema. Está dirigida por Enrique Gabriel que debutó en 1991 con “Krapatchouk”, que ganó en el festival de Karlovy Vary y estaba protagonizada por Ángela Molina. En 1997 rodó “En la puta calle”, a la que siguió “Las huellas borradas” (1999). “Suspiros del corazón” fue su cuarto largometraje (2006). En 2008 codirigió junto a Javier Ángulo el documental sobre el exilio argentino “La pérdida”.

Últimamente sacar adelante un proyecto como este en España se hace cada vez más complicado. El rodaje de “Vidas pequeñas” empezó hace 5 años. Tuvo que rodarse en dos etapas, por problemas financieros. El film ya estaba terminado en 2008, tras pasar por varios festivales finalmente se estrenará comercialmente mañana.

Estamos ante un film de actores y en este aspecto luce poderosamente. El reparto lo encabeza Ana Fernández que debutó en la sensacional “Solas”, por la que obtuvo el Goya y que se ha prodigado en cine menos de lo que se merecía, con ella aparecen actores tan buenos como Roberto Enriquez, Alicia Borrachero, Yohana Cobo, Laura Domínguez, Ángela Molina, Pepo Oliva, Alicia Sánchez, Emilio Gutiérrez, Ramón Barea, Maite Blasco, Asunción Balaguer, Francisco Boira, Maite Blasco, Piotr Satchenko, Txema Blasco y Raúl Jiménez. Todo el reparto está muy bien.

Estamos ante un drama duro y con mensaje. Un film que habla de las consecuencias de la crisis económica y que también trata de la crisis social y moral, algo que en muchas ocasiones no se tiene en cuenta pero que puede tener mayor impacto que los problemas pecuniarios.

El guión lo firman Lucía Lipschutz y Enrique Gabriel, tiene unos personajes bien construidos, pero en algunos casos poco desarrollados. Algunos diálogos llegan a ser poco espontáneos, demasiado teatrales.

La historia arranca cuando la vida de una diseñadora de moda, Bárbara Helguera (Ana Fernández) va a la deriva por problemas de dinero. Hay varias historias cruzadas que desembocan a un muy particular camping habitado por personas que en algunos casos se han visto forzadas a vivir allí y en otros lo hacen por voluntad propia, ya que no les gusta vivir en la urbe. Todo afecta a tres generaciones, de modo que vemos varias perspectivas.

La dirección es correcta, aunque algo más de ritmo no habría estado mal.

Estamos ante una propuesta coherente y honesta, que llegará a interesar cada vez más durante sus 100 minutos de duración. No es un peliculón, pero se agradece su enfoque alejado de temáticas televisivas.

                              José López Pérez