PREMIOS, FESTIVALES Y OTRAS FORMAS DE MARKETING. HOY EN RADICALES LIBRES

He de confesar públicamente que no creo en los premios. Creo, con todo el margen de error que se me quiera adjudicar, que el único premio es el trabajo bien hecho, y eso sólo lo puede calibrar uno mismo, si es lo suficientemente crítico consigo mismo para ser objetivo en el tema. Se entenderá, por tanto, que no creo en los premios cinematográficos: Oscar, Goya y toda esa parafernalia que se han inventado las diversas industrias cinematográficas. De igual manera no creo en los festivales cinematográficos y sus consiguientes premios. Los festivales de cine no son más que una reunión de mercaderes, que se intenta envolver con una patina de intelectualidad, dimensión artística y/o glamour.

Pero al igual que no creo en los premios y por lo tanto, a la hora de valorar, analizar, interpretar y criticar una película no son elementos que varíen, trastoquen o manipulen mi criterio (acertado o no, que esta es otra cuestión), si entiendo que los premios cinematográficos, los festivales de cine y otras diversas formas de marketing, desde la publicidad, a los tráilers, pasando por los making of, las campañas soterradas de promoción, o las formas indirectas de anuncios, son necesarios para la venta del producto cinematográfico, porque, en definitiva, la película no es más que un producto y la industria cinematográfica es igual a cualquier otra industria cuya finalidad es vender. Estamos a punto de entrar en ese periodo de premios y festivales que van a marcar, de forma indeleble, lo que será el cine de 2011. Los Oscar, los Goya, Berlín, Cannes, Venecia, San Sebastián y los cientos de festivales que se hacen en todo el mundo, pondrán o quitarán, con sus premios, a las películas en el punto de mira del espectador. Se trata de que ese punta mira no esté mediatizado por el envoltorio y sea la calidad del producto la que dé la verdadera dimensión del mismo.

                  Ruiz de Villalobos

También estoy convencido de  que los premios cinematográficos son una fórmula de marketing y de promoción, aunque  cada vez lo son menos, por varios motivos. Por una lado en el mundo del Cine empieza a pasar algo parecido a lo que sucede, por ejemplo, con la enología,  hay centenares de premios y de festivales, de forma que no se pueden seguir todos. Otro indicador es que cada vez todos estos galardones son más una forma de curriculum, de justificación, que suele ocultar mucha mediocridad.  Solo los premios importantes a nivel mediático llegan a tener influencia en la taquilla y me refiero en concreto a los Oscar, los Goya, la Palma de Oro de Cannes o el Oso de Oro de Berlín.

Actualmente es el público adolescente el que llena las salas y para ellos la mayoría de galardones tienen poco valor.

El sector cinéfilo tiene criterios claros y solo en caso de duda tiene en consideración los premios a la hora de acudir a las salas.

Habría que hacer una reflexión final importante, cualquier premio depende del jurado que lo otorga y ejemplos recientes tenemos muchos en el sentido de que algunos premios perjudican más que benefician. En los últimos años las películas que han vencido en el Festival de Cine Español de Málaga se han estrellado en la taquilla con estrépito. “Elisa K.” triunfadora este año en San Sebastián hizo una recaudación pírrica o “El tio Bonmee” vencedora en Cannes ha recogido migajas en nuestro boxoffice.

A nivel personal sigo los premios pero a la hora de analizar cualquier película no los tengo en cuenta.

                      José López Pérez