“BALADA TRISTE DE TROMPETA”: UNO PARTIDO POR DOS

A favor

Tenía puestas grandes expectativas en “Balada triste de trompeta” y aunque tengo que reconocer que no se acabaron de cumplir y hasta podría afirmar rotundamente que en muchas cuestiones me decepcionó, el nuevo film de Álex de la Iglesia no es una mala película. Visualmente llega a cautivar, creando una estética propia. El actual Presidente de la Academia del Cine ha querido ser muy ambicioso y en algunos momentos estoy de acuerdo en que se acerca peligrosamente al abismo, pero al mismo tiempo es valiente a la hora de narrar y se pone el listón de exigencia muy alto.

Antonio de la Torre y Carlos Areces (Madrid, 27 de marzo de 1976) hacen muy bien su trabajo y son dos firmes candidatos a ser nominados en los Goya. El componente de Muchachada Nui deja atrás su especialidad, la comedia, haciendo creíble un personaje alejado de su registro habitual. Antonio de la Torre (Málaga, 18 de enero de 1968) es uno de nuestros mejores actores como ya había demostrado en “Cobardes”, “Gordos”, “Azul oscuro casi negro” o “La isla interior”, aquí lo vuelve a demostrar. Carolina Bang (21 de septiembre de 1985), aunque no brilla tanto, probablemente por cuestiones de guión, cumple con corrección su cometido. Los secundarios están todos bien.

“Balada triste de trompeta” es una película muy descompensada, donde se pretende fusionar muchos elementos y no todos acaban de encajar. Es la crónica de una locura, donde lo simbólico llega a chirriar y hay varios momentos en que patina, pero tiene secuencias de gran cine como el arranque, los títulos de crédito, la escena del bar donde el payaso triste no ríe las gracias de Sergio (Antonio de la Torre) o cuando la troupe del circo cambia de tercio y monta una especie de cabaret.

Puntuación 6 sobre 10.

                José López Pérez

En contra

La carrera cinematográfica de Álex de la Iglesia es tan desigual como el curso del Guadiana, aparece y desaparece en ese apartado tan delicado y complejo de la calidad, la imaginación y la originalidad. Su última incursión, “Balada triste de trompeta” (supongo que le habrá dado en numerosas ocasiones las gracias a Rapahel por hacerle de faro) es un nuevo paso atrás, una suma de errores que inició con “El día de la bestia” después de un prometedor debut con “Acción mutante”, que ponía en relieve que aparecía en el panorama del cine español un director con ideas nuevas, miradas diferentes y personalidad propia. Pero la industria del cine (o la no industria en España) es muy alienante y el interés de la filmografía del director bilbaíno se reduce a dos o tres títulos más como “Perdita Durango”, “Muertos de risas” (la mejor crítica sobre el mundo de la televisión que se ha hecho en España), “La comunidad” y “Crimen ferpecto”. “Los crímenes de Oxford” ya marcaron una caída en picado de lo que De la Iglesia podía hacer, que ahora con “Balada triste de trompeta” se confirma. ¿Se puede combinar la realidad histórica de la guerra civil y del franquismo con una simple historia de amor, en la que, además, por más señas, se quiere teorizar sobre el ya aburrido tema de las dos Españas? ¿Se puede hacer una película que es como un puzzle de muchas películas, apuntemos: dos del propio Álex, “El día de la bestia” (ese increíble final en el Valle de los Caídos) y “Muertos de risa”  (los dos payasos protagonistas) y ajenas como “La rosa púrpura de El Cairo”, “Con la muerte en los talones” y alguna otra que ahora no recuerdo? ¡Se puede hacer una película con dos momentos tan patéticos como el sueño del payaso triste o el lamentable chiste después del atentado a Carrero Blanco, cuando Javier (el ya citado payaso triste) se acerca a un coche ocupado por unos jóvenes (supuestamente etarras) y les pregunta de qué circo son? Pues sí se puede hacer e incluso llegar a Venecia y ganar dos premios, nada más y nada menos, que al mejor guión y al mejor director. Ver para creer. Y después muchos se molestan porque algunos nos atrevemos a decir que el cine español está peor que nunca. Lo dicho ¡ver para creer!

Valoración: 0 de 10

                                                                                               Ruiz de Villalobos