CRÍTICA DE “TECHO Y COMIDA”, LA PELÍCULA DE NUESTROS TIEMPOS QUE NO OFRECE NADA NUEVO

‘Techo y comida’ se ha visto bendecida por un contexto social de enorme sensibilidad. Los estragos de la crisis están plasmados en la premiadísima ejecución contenida y carente de estridencia -que en mi opinión aporta un plus de efectividad- de Natalia de Molina, en consonancia al carácter minimalista de la ópera prima firmada por Miguel del Castillo.
El mayor logro de ‘Techo y comida’ es alcanzar ese encanto del “cine pequeño”, de la cotidianidad; así como una honesta intención de trasladar con claridad la reivindicación social, con evocaciones a Ken Loach o los Dardenne (salvando la enorme distancia estilística y cinematográfica). Del Castillo huye de la tensión dramática y se limita a documentar el drama gráficamente, consciente de que la mera exposición de lo que ocurre es suficientemente impactante.
Desgraciadamente, la sobriedad propuesta se ve enturbiada con ciertos subrayados salpicados de frases panfletarias -“los políticos nos roban y luego recortan en Sanidad”- que ahondan en una evidente falta de sutileza. También puede resultar cuestionable una de sus escenas finales, quizá la más representativa del filme.

Y ahí entramos en uno de los principales inconvenientes de ‘Techo y comida’: el compromiso con el que aborda los estragos de la crisis, con un hiperrealismo narrativo casi documental que podría haber funcionado, se ve lastrado por una sucesión de lugares comunes y previsibilidad. Desde una escena inicial en la que la protagonista entrega un currículum en un establecimiento, su periplo de infortunios se convierte casi en un decálogo en el que el espectador intuye qué va a suceder en cada momento.

‘Techo y comida’ parece querer ser directa y accesible, sin querer trascender cinematográficamente y reiterando la distancia de nuestro cine social con lo que se está haciendo en otros países. Ella y ‘A cambio de nada’ se podrían considerar los dos estandartes del cine social español más reciente, pese a que ambas parecen anquilosadas en otra época. Sin embargo, su repercusión crítica es mucho mayor que la de quienes se esfuerzan por innovar, con ejemplos estimulantes recientes como ‘Ärtico’ (Gabriel Velázquez) o ‘Hermosa Juventud’ (Jaime Rosales).

Recientemente revisé ‘Pelo Malo’, ganadora en 2013 del festival de San Sebastián que, sin llegar a la excelencia, sirve como ejemplo paradigmático que constata el evidente abismo estético y narrativo. Mientras ‘Techo y comida’ peca de obviedad, ‘Pelo Malo’ logra, desde una historia mínima y un extenso catálogo de sutilezas, exponer toda una problemática social compleja.

Ante este déjà vu, el cine español pide a gritos un salto hacia la audacia en lo social, una de las temáticas esenciales en la historia de nuestra cinematografía.

Puntación: 3,5