CRÍTICA DE “VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS”, CANDIDATA ESPAÑOLA A LOS OSCARS

Con motivo de la selección de Vivir es fácil con los ojos cerrados como representante española para la categoría de mejor película de habla no inglesa en la próxima edición de los Premios Oscars, hemos querido revisar esta road movie luminosa y premeditadamente entrañable.

Bajo un paradigma narrativa y estilísticamente anticuado, David Trueba nos narra el viaje a Almería de un profesor idealista de la España de 1966, que buscará conocer a su ídolo, John Lennon. En el camino se encuentra a Juanjo (Francesc Colomer) y Belén (Natalia de Molina), dos jóvenes prófugos de una sociedad represora.

Preocupa especialmente la débil construcción de estos dos últimos personajes. Los dos actores derrochan la frescura y candidez que buscaba el director dentro de las limitaciones que ofrecen sus papeles estereotipados: Belén oculta un embarazo y Francesc huye de un padre franquista opresor. Sin duda, él carga con el personaje más intrascendente.

Trueba pasa de puntillas sobre las circunstancias de los dos jóvenes acompañantes del profesor -jamás se nos explican los absurdos cambios de personalidad en el personaje de Belén-, mucho más preocupado en la elaboración del extenso catálogo de clichés  (el baño de Fraga por televisión, el guardia civil cabrón o el cura de la vieja escuela) que constatan un afán desmedido por contextualizar el momento histórico/social, divagando en esos detalles de la época tan manidos dentro de nuestra ficción y siempre desde una óptica nostálgica, irreal e idealizada.

Todo ello deja una sensación de impostura. Pero a nivel personal lo que me resulta particularmente molesto es la omnisciencia de uno de los personajes más irritantes de los últimos tiempos: el profesor verborreico interpretado por un aclamado Javier Cámara, que impregna toda la película de un aroma didáctico y moralina pedante.

El despertar sexual, la evocación nostálgica y el idealismo filosófico son una reiteración pretérita muy asociada al apellido Trueba. La sensación general es la de una vieja película de la época dorada de Jorge Sanz mezclada con un capítulo de Cuéntame.
A su favor, Vivir es fácil con los ojos cerrados desprende un tono inofensivo y buenrollista. Un viaje en un Seat 850 Especial hacia la emotividad, que a menudo roza la cursilería.

PUNTUACIÓN: 3,5