CRÍTICA DE LA PELÍCULA “O OURO DO TEMPO (EL ORO DEL TIEMPO)”: EL FANTASMA DEL EROTISMO

Para mí es todo un honor que Ralf Junkerjürgen, catedrático alemán de Lenguas Románicas en la Universidad de Regensburg (Alemania) y cp-director del Festival de Cine Español “CinEScultura”, además de compañero de aventuras festivales en Málaga de un servidor, haya tenido tiempo de escribir una crítica para El Blog de Cine Español. Se trata de la crítica de la película gallega “O ouro do tempo (El oro del tiempo)”, dirigida por Xavier Bermúdez y protagonizada por Ernesto Chao, Nerea Barros, Manuel Cortés y Marta Larralde.

Un hombre que congela a su joven mujer enferma para esperar el momento en el que la medicina pueda curarla y prometerle una vida feliz. Eso suena a ciencia-ficción romántica y al eterno sueño humano de hacerse dueño de las inseguridades de la existencia. Pero nada de eso le interesa al director Xavier Bermúdez que estudia en El oro del tiempo más bien cómo el deseo dirige la vida de un viejo médico esperando durante décadas la resurrección de su mujer escondida en una nevera del sótano. Con el tiempo el hombre ha envejecido, ella, sin embargo, ha mantenido su juventud en las viejas cintas de vídeo en las que podemos verla paseándo por las aguas de un río levantando lúdicamente la falda para dejar lucir su pubis o cantar un irónico “Je ne regrette rien” de una vida con altibajos imaginaria que nunca tuvo. En el curso del tiempo la esposa rubia (Marta Larralde) se ha convertido en un ideal tan anhelado desde la distancia como sus clásicas precursoras petrarquistas.

El actor gallego Ernesto Chao presta su fisonomía medio triste medio cómica al personaje masculino Alfredo Mendez, un hombre ensimismado y taciturno retirado en su casa de campo en Galicia. A su lado vive Corona (Nerea Barros), una ayudante morena guapísima, que entra en competencia con la rubia idealizada cuando le quita la sal al médico sin saber que la sal es lo que simboliza su mujer. Pero el señor empieza solo a prestarle atención a Corona cuando esta se pone enferma y depende de los cuidados de un médico. Entonces descubre que la joven, que esconde un consolador debajo de la cama, lleva una vida paralela a la suya: una vida regalada a una pasión taciturna – en el caso de ella: una admiración callada por las capacidades intelectuales del médico.

Ya viejo y enfermo Alfredo se da cuenta de que la larga espera ha sido completamente en vano y se prepara para suicidarse, cuando Corona le aparece desnuda para buscar un libro en la biblioteca de la casa. Una mirada sobre la belleza desnuda delante de la estantería – los dos pilares de la pasión vital de Alfredo – basta para que vuelva a sentir nuevas energías de vida, aunque solo por poco tiempo. Pronto tiene que admitir que su vida ha transcurrido entre dos pasiones imposibles – la rubia transcendente e inalcanzable y la morena real pero ahora demasiado joven. El oro del tiempo se le fue de las manos esperando y deseando a dos mujeres que al fin y al cabo eran fantasmas simbolizados por el espantapájaros que ilustra el cartel oficial de la película. Alfredo creía que la inteligencia científica y la pasión pueden parar el tiempo. Sin embargo, al final se da cuenta de que ya no le queda nada de ese oro de la vida que se gasta en cada momento sin posibilidad de ahorro ni de ganancia.

La película transcurre lentamente y casi sin acontecimientos, tanto que las imágenes parecen puntas de un iceberg subyacente cuyas dimensiones se descubren poco a poco: detrás de todo hierve una tensión erótica reprimida que Bermúdez deja entrever cuando el hijo del médico observa una pareja haciendo el amor en el bosque. La perspectiva del viejo médico convierte la película en un convincente ejemplo de un erotismo maduro y contemplativo basado en la nostalgia del deseo carnal que, aunque sigue transmitiendo energía vital, ya no incita a la acción.
Aunque el tema parece de ciencia-ficción la naturaleza domina por completo la técnica. Aparte de las alusiones eróticas, el director introduce un par de escenas de un realismo crudo – entre ellas la matanza de un gallo y el despellejo de un conejo – que chocan con el tono silencioso general de la película dejando que se dude de las fuerzas subyacentes y terrenales que mueven a los personajes. El oro del tiempo es una película lenta y contemplativa al estilo de Éric Rohmer que esconde el fantasma del erotismo bajo una superficie de la vida cotidiana constituyendo un ensayo visual sobre el deseo sin imponer respuestas ni ideas hechas.

Nota El Blog de Cine Español: 7.

Ralf Junkerjürgen

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