“ES PARANOICO QUE LA INDUSTRIA VEA ESTAS PELÍCULAS MODESTAS Y LIBRES COMO UN PELIGRO”, ENTREVISTA A JORDI COSTA

Hemos tenido el placer de charlar con Jordi Costa (Barcelona, 1966), uno de nuestros más conocidos críticos culturales, especialmente de cine y televisión. Además de su popularidad por sus artículos en El País o Fotogramas, ha escrito varios libros y realizado -junto a Darío Adanti- el cómic “Mis problemas con Amenábar”.

En pleno debate sobre el cine ‘low cost’, presentó en el 2013 su segunda película, “La lava en los labios”, un trabajo con el espíritu joven de Almodóvar o Zulueta, quienes grabaron sus primeros trabajos por el mero placer de crear cine con sus amigos y lo presentaron sala a sala, garito a garito.

Os recomiendo que no os perdáis esta entrevista. Se disfruta leyendo cuando un cineasta habla tan claramente y sin el comedimiento habitual de nuestros directores y actores.

-Jordi, ¿esperabas las reacciones desmedidas –para bien y para mal- tras “La lava en los labios”?

¿Realmente te parecen desmedidas? Creo que no lo han sido tanto: hay gente a la que la película no le ha gustado nada, gente a la que le ha gustado mucho e (imagino) un amplio abanico de gamas del gris entre una posición y otra. La verdad es que todos los implicados estamos razonablemente contentos con la recepción y con la visibilidad que ha tenido el proyecto. Es cierto que determinados medios no han dado acuse de recibo. Damos gracias, pues, a las nuevas voces críticas que surgen en las versiones digitales de los medios tradicionales y a los blogs que parecen tener una mayor flexibilidad para analizar estos trabajos como lo que son: no son objetos audiovisuales no identificados, sino películas hechas, mejor o peor, con total independencia y sólo con lo puesto. “La lava en los labios” es, exactamente, la película que queríamos hacer… como hemos podido hacerla.

-Háblanos del manifiesto #littlesecretfilm y hasta qué punto “La lava en los labios” se ha ceñido a él.

“La lava en los labios” forma parte del proyecto #littlesecretfilm por Calle 13 y en este proyecto ya se aplicaban enmiendas a algunos puntos del manifiesto original. Con nuestra primera película, “Piccolo Grande Amore”, nos ajustamos con severidad calvinista a lo que exigía el manifiesto en su forma más pura: la película fue rodada en 18 horas consecutivas, en una sola localización (dividida en dos espacios) y partiendo de las improvisaciones de los actores. El proyecto de Calle 13 permitía rodar en diversas localizaciones –aunque en 13 horas que fueron, realmente, 13 horas de REC, de brutos grabados- y también exigía la improvisación, aunque nosotros buscábamos aquí otra cosa muy distinta a la espontaneidad que parece proponer el manifiesto. Buscábamos el artificio: que los diálogos de la película sonaran a melodrama camp de Hollywood. Por eso, las improvisaciones partieron de un borrador que fue transformándose en los ensayos. Hubo mucho ensayo para llegar al rodaje con los diálogos bastante cerrados, aunque, hasta el último momento, las actrices marcaban y definían tonos y, por tanto, dejaban su huella decisiva en la identidad final de los personajes.

– Es una de las preguntas del momento: ¿el low cost mata?

El debate sobre el low cost que se ha desatado estos días es muy pertinente y creo que en la base de toda esa discusión hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo: no hay que trabajar gratis. En efecto, si esto del low cost se convirtiese en una versión del trabajo basura en manos de la industria sería desolador. Pero creo que también conviene mirar las cosas de otra manera. Cuando la industria del cine español estaba en sus momentos de máxima plenitud, jamás propició un relevo generacional tan diverso y estimulante como el que hemos visto esta temporada: había una tendencia clara a obstaculizar, bloquear accesos, domesticar e igualar. Para mí hacer dos #littlesecretfilms (prefiero esa etiqueta al hablar de mis pelis que lo de low cost, que me suena a línea aérea de alto riesgo) ha sido algo parecido a editar dos fanzines. Cuando alguien edita un fanzine, la industria editorial no suele pensar que esa revista marginal está ahí para socavar su futuro o para acabar con ella. Me parece bastante paranoico que la industria vea estas películas tan modestas y tan libres como un peligro. Jamás hubiese podido vender a ningún productor proyectos como “Piccolo Grande Amore” o “La lava en los labios”: por tanto, no entiendo que alguien pueda echarme en cara la existencia de algo que jamás hubiese querido comprar. Por otro lado, antes hemos hablado de trabajar gratis, pero nadie ha dicho nada sobre jugar. Y eso sí que es algo que solemos hacer gratis, ¿no? En estas dos películas, nadie ha explotado a nadie: hemos sido un grupo de amigos que hemos decidido jugar a estos dos juegos con las reglas que nosotros mismos habíamos pactado. Por supuesto que nos gustaría que, al ver una u otra, de repente nos llamara un mirlo blanco que nos produjese una tercera película en condiciones, pero estoy prácticamente seguro de que eso no sucederá.

-Mientras veía la película recordaba “Arrebato”, también una pieza que se rodó totalmente al margen, y como “La lava” una declaración de amor al cine ¿Crees que esa separación de la industria es parte del encanto?

No sé si es parte del encanto, pero era la única manera en que podíamos hacer las cosas. Yo no formo parte de la industria y, como os he dicho antes, la industria jamás me hubiese querido. Lo que sí creo importante es subrayar que estas películas se han hecho sin tener que pactar ni con productores, ni con el mercado: son, en ese sentido, como fanzines o como maquetas de un grupo de garaje. Además, creo que, si te dispones a hacer un proyecto bajo esas condiciones, lo ideal es hacer algo que sea inasimilable para la industria. No sé si lo hemos conseguido.


-¿Por qué todos los personajes de la película son femeninos?

Porque “La lava en los labios” se planteaba como un homenaje a las películas “femeninas” de un director al que le cayó el sambenito de ser el paradigma del cine viril. Me refiero a Robert Aldrich. “La lava en los labios” es la hija bastarda de películas como “La leyenda de Lylah Clare”, “El asesinato de la hermana George”, “¿Qué fue de Baby Jane?” y “Canción de cuna para un cadáver”.
Por otro lado, me gustaron tanto las actrices de “Piccolo Grande Amore” que quería pensar en nuevos papeles y nuevos registros para ellas. También quería incorporar al proyecto a otras actrices que me gustaban, como Belén Riquelme, Rocío León y Eva Llorach, que ya estaba en “Piccolo…” pero en una escena que rodó Carlos Vermut en calidad de director invitado. En “Piccolo…” había una figura masculina que actuaba como demiurgo, aunque al final resultase ser una suerte de Mago de Oz. Aquí quería que no hubiera ninguna interferencia masculina: que los juegos de poder y crueldad se desarrollasen en un mundo de mujeres, en el que también tuviesen cabida la bondad y la inocencia.

-El cartel también desprende “furor uterino”, ¿quién es el autor?

El autor es Álex Mendíbil, director de dos brillantes #littlesecretfilms como “Undo infinito” y “Estado de regresión”. Esta última es, para mí, la película española con un final más complicado y sutil de la temporada. Además de cineasta en ciernes, Álex es un diseñador de talento que, hace unos años, trabajó para algunas campañas de películas de la industria, aunque la industria lo dejó escapar.

-En la película abordas grandes temas del cine rodeados de mitología, como la actriz diva insufrible, el sometimiento del actor o el sadismo del director ¿Ha habido alguna inspiración en personalidades reales?

Durante el rodaje, a veces comentábamos en broma que “La lava en los labios” era una especie de historia secreta del cine español. La referencia el universo de Jesús Franco y a la figura de Soledad Miranda es bastante explícita, pero hay otros guiños más subterráneos que no están ahí para ser descifrados, sino que nos servían como referencia lejana para empezar a construir los personajes. De alguna manera, en la película están, también, Almodóvar, Josefina Molina, Pilar Miró, Julio Medem, Silke, Mikaela…

-¿Puedes confesar alguna “catarsis brutal” que hayas vivido en una butaca?

¿Te refieres a una catarsis como la que sufre Bonita Sepúlveda en la película? Pues de ese calibre no he tenido nunca ninguna catarsis, pero sí que a veces se me ha puesto la carne de gallina y he llorado en la oscuridad de la platea. La escena del cine es un pequeño homenaje a una escena fantástica que aparece en “Tabú” de Miguel Gomes: esa donde la protagonista de la primera parte llora junto a su amigo en el interior de una sala prácticamente vacía.

-Respecto a la relación director y crítico de cine, ¿qué te parece que la “guerra” entre Carlos Boyero y Pedro Almodóvar haya trascendido mediáticamente de ese modo?

Es normal que esa guerra haya trascendido: el crítico más popular y el director español más reconocido internacionalmente enzarzados en un rifirrafe de ese calibre es un espectáculo llamativo, sin duda. Cuando preparaba la película, quería que el oficio de crítico de cine formara parte de la trama y no os negaré que el affaire Boyero/Almodóvar pudo servir de primera inspiración, pero, por supuesto, ni Julio Sepúlveda es Boyero, ni Adriana Duval es ningún alter ego femenino de Almodóvar. La película no tiene espíritu de roman à clef, pero uno, inevitablemente, acaba motivándose con lo que tiene más a mano.

-¿Estás de acuerdo con tu fama de “crítico constructivo”? ¿Qué opinas de la figura de Boyero como enfant terrible del cine y las reacciones que suscita?

No sé si tengo esa fama, pero ojalá sea un crítico más constructivo que destructivo. Todos los críticos tenemos nuestras filias y nuestras fobias, pero es deseable atemperar las grandes pasiones. Con respecto a Carlos Boyero, lo que me parece pintoresco son esas reacciones que mencionáis. Para determinados sectores del gremio, parece que es una suerte de diablo encarnado. Y, en ese sentido, creo que esa demonización de Boyero resulta muy útil para ese determinado sector del gremio: exagerar lo que hace Boyero les sirve para enmascarar que ellos caen en los mismos “pecados” que le reprochan a él. Esos “pecados” no son más que lo que, en el fondo, hacemos todos en mayor o menor medida: tener filias y fobias, cometer ocasionales injusticias, no ver o no saber apreciar determinadas películas por falta de sintonía, por falta de interés, por los motivos que sean… Incluso por convicción. Demonizar a Boyero es, a fin de cuentas, eso tan viejo de ver la paja en el ojo ajeno.

– “Los amantes pasajeros” fue vapuleada por una parte de la prensa. En cambio, figura entre tus preferidas del 2013, ¿cuáles podrían haber sido las claves de la controversia en torno a esta película?

No recuerdo cuál es el origen de una frase que se suele citar mucho: cuidado con lo que deseas, porque tus deseos pueden acabar cumpliéndose. Parece que había un gran deseo colectivo de que Almodóvar se dejase de melodramas y proyectos ambiciosos y volviese a la comedia. Y, cuando volvió a la comedia, la película no fue exactamente la que esperaban quienes reclamaban ese retorno al género. La reacción negativa frente a “Los amantes pasajeros” sí que me parece absolutamente desmedida: no es la mejor película de Almodóvar. Tampoco es la peor. Yo tengo debilidad por este tipo de películas en las que el director parece que se tome unas vacaciones de sí mismo: “Pero, ¿quién mató a Harry?”, “La taberna del irlandés” o el segmento que dirigió John Huston para “Casino Royale” forman parte de esa familia. Un álbum como “Las joyas de la Castafiore” podría ser el equivalente de este modelo en el canon tintiniano. Todo el mundo está tan de acuerdo en que la película de Almodóvar fue un fracaso que quizá estaría bien plantear una pregunta: ¿fracasó Almodóvar o fracasó la crítica española a la hora de asimilar y analizar la película? La crítica internacional no tuvo tantos problemas, ni reparos en analizar la película en sus propios términos.

-“La lava en los labios” critica el cine “racional” y eso puede chocar viniendo de un crítico. ¿Cómo un crítico de cine logra huir del análisis reflexivo y dejarse llevar por lo intangible; las emociones, el arrebato…?

Por fortuna, no hay dos críticos iguales y la racionalidad no es instrumento que tenga el mismo valor en todos los discursos críticos. En 1960, Cabrera Infante escribió: “El cronista quisiera insistir en la importancia de comprender “Vértigo” para comprender todo el cine de ahora y de mañana: el cine que regresará a un neorromanticismo en franca oposición al neorrealismo, un cine que se servirá de la magia, del subconsciente, del ruido y el frenesí de la pasión, más que de los conflictos entre la miseria y la riqueza, y más que de la peripecia que parece interesada en el destino social del hombre y es casi siempre condescendiente”. Creo que un crítico también tiene que ser flexible y, por tanto, no excluir algo tan amplio como todo ese cine social que excluía Cabrera Infante en este texto, pero, si me dais a elegir, a la hora de ponerme a hacer una película me gustaría rodar algo que se pareciese a la profecía cumplida de este texto. Probablemente, no hemos llegado ni a la suela del zapato de lo que aquí se plantea, pero espero que nadie nos pueda acusar, tras ver “La lava en los labios”, de ser calculadores, estrategas y racionales.

-¿Te atreves a citar alguna peli española reciente que peque “racional”?

Muchísimas. Incluso películas que no tendrían que serlo, por su propia naturaleza. Creo que hay un gran número de jóvenes directores que valoran el acabado del producto (la competencia, la solvencia) por encima de la verdad del discurso (el arrebato). Y, sí, en este sentido creo que un buen número de películas españolas recientes como “Abre los ojos”, “El orfanato”, “Grand Piano” o “Mindscape” hubiesen ganado mucho abandonándose a la irracionalidad y liberando su inconsciente.

-Estamos a las puertas de los Premios Goyas ¿Qué te parecen las candidatas principales?

Es evidente que a lo largo de este año han pasado muchas cosas en el cine español, pero la lista de nominaciones parece homenajear a “El gatopardo” con eso de “algo tenía que cambiar para que todo siga igual”. Da la impresión de que a la Academia le encantaría que las cosas siguieran exactamente igual que antes: me parece muy significativo, por ejemplo, que en su día no se nominase “Madrid 1987” –la película de David Trueba fuera de la industria- y que ahora sí que se haya nominado “Vivir es fácil con los ojos cerrados” –la película del reingreso en la industria de David Trueba-. Tampoco veo rastro en las nominaciones de la muy brillante y sorprendente “Los ilusos” de Jonás Trueba, ni de la muy celebrada “Gente en sitios” de Juan Cavestany. No obstante, la Academia no puede estar absolutamente de espaldas a todo este relevo y todo este dinamismo: ha habido debuts o segundas películas potentes como “La plaga”, “Stockholm” o “La herida” que sí han sido reconocidos. Imagino que todo es una cuestión de tiempo, pero me temo que los Goya de este año serán más significativos por sus omisiones que por su palmarés

-Para acabar, ¿qué puede ofrecer “La lava en los labios” al espectador?

Una hora y cuarto de melodrama criminal onírico con canciones, volcanes, flamenco, cristales rotos, mujeres de armas tomar, inconscientes preciosos y algunas dosis de amor/odio por el cine.

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