MÁS PELÍCULAS INFRAVALORADAS: “CAÓTICA ANA”, DE JULIO MEDEM

“Caótica Ana” supuso el regreso de Julio Medem a la ficción tras la estela de uno de los grandes hitos de nuestro cine reciente: “Lucía y el sexo”.

Seis años de expectación desmedida dieron paso a uno de los recibimientos más brutales -en el peor de los sentidos- que se recuerdan.

La crítica linchó a Medem, a Ana y a su estúpido caos. Y el castigo supremo llegó de la mano de la ‘Santa Academia’, que decidió que esta insensatez no debía contar con una sola nominación en los Goyas.

Quizá Medem fue consciente de que ésto iba a suceder desde la construcción de su obra más personal, y por tanto desprejuiciada. Quizá el impactante -y tan criticado- momento coprófago fue un “regalito” dirigido a más de un crítico con problemas de tránsito intestinal.

Como decía, los Goyas, a modo de castigo ejemplarizante obviaron nominaciones tan evidentes como la de algunos apartados técnicos, el luminoso e incuestionable trabajo fotográfico de Mario Montero o la estremecedora banda sonora creada por Jocelyn Pook.

Pero el mayor escándalo fue obviar a una jovencísima actriz novel de intensos ojos azules, seleccionada en uno de los castings más multitudinarios que se recuerdan.
Manuela Vellés se presentó en esta película emergiendo desnuda de las aguas pitiusas. Tan desnuda como su interpretación a flor de piel, llena de magia y sensibilidad absolutas.

El error de muchos fue esperar una película seria. Reconociendo sus defectos, yo sí caí atrapado dentro de este cuento de hadas de envoltura poli cromática y espíritu hippie.

Lo que muchos calificaron de “fantasmada onírica” a mí me pareció fascinante. Una excentricidad donde uno debe dejarse llevar por los sentidos, los aromas cannabianos, el tacto y sabor salado de unos pechos; apartando los prejuicios y el manual del buen director.
Y sobre todo, es una de las más bellas odas a la mujer creadas por nuestro cine.

Partiendo de esa mitificación de la mujer como fuente de la vida, Medem nos embarca en un viaje en la búsqueda del lado emocional de las cosas.
Una cuenta atrás de 10 capítulos nos deparan distintos dilemas existenciales, abarcando asuntos multiculturales, el dolor por la pérdida del ser querido -Medem acababa de perder a su hermana-, el arte, la injusticia, los orígenes y muchas más cosas. Quizá demasiadas para algunos, hasta el punto de abrumar.

El punto negativo es un idealismo exacerbado que puede rozar la cursilería e ingenuidad. Aunque a mí no me llegó a resultar molesto, se trata de una tendencia que sí observé en Habitación en Roma.

Con todas esas licencias, recomiendo al espectador librarse de todas las ataduras y adentrarse en este jodido y maravilloso caos, donde uno tropieza con una balada versionada por Antonio Vega o una hipnótica estampa de Es Vedrá, hasta llegar a lo más profundo del alma.

PUNTUACIÓN: 8

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