CRÍTICA A “15 AÑOS Y UN DÍA”. SIMPLEZA, EN EL PEOR DE LOS SENTIDOS

 

Desde el inicio del pasado Festival de Málaga, se respiraba en el ambiente el nombre de la que iba a ser la gran triunfadora del certamen: “15 años y un día”.

Visto hoy con perspectiva, uno se pregunta el por qué, habiendo compartido sección con títulos de calidad, como “Diamantes negros”, “Somos gente honrada” o “Stockholm”.

Gracia Querejeta presentó el pasado fin de semana esta historia en la que aborda uno de sus temas favoritos: las relaciones paternofiliales. Ese mismo fin de semana, en un duro capricho del destino, su padre -el gran Elías Querejeta– fallecía.

15 años y un día” se suma a una cantidad ingente de títulos menores que se estrenan año tras año, a menudo de directores consagrados, y a los que les falta un punto, ese pequeño destello de genialidad que diferencian a una película mediocre de una buena película.

La mirada poliédrica del adolescente conflictivo no ofrece nada novedoso. Y si introduces al abuelo con tintes “Eastwoodnianos”, ya ni te cuento.

Aun así, los primeros compases logran engancharnos gracias a la capacidad narrativa de la directora y a algunos destellos interpretativos. Magnífico Tito Valverde y correcta Maribel Verdú. Ella se marca un monólogo muy meritorio, pero cuyo texto no está a la altura de su nivel interpretativo. También se ve limitada en un personaje desdibujado, que es una sensación genérica en todos los personajes.
El niño Arón Piper tiene una incapacidad expresiva más que preocupante. En general todos los jóvenes secundarios cojean.

A medida que avanza la historia decae, las abundantes subtramas no interesan, las relaciones personales no alcanzan la veracidad necesaria y de pronto la simpleza se apodera de la película.
Gracia se asienta en la comodidad, con recursos tan obvios y molestos como los flashbacks. Hay una absoluta falta de riesgo e incapacidad para lograr momentos de intensidad emocional, culminando en un acto final previsible y lleno de torpezas.

PUNTUACIÓN: 2