CRÍTICA A LA PELÍCULA “LA HERENCIA VALDEMAR”, UN GIRO HACIA EL TERROR CLÁSICO

 La herencia Valdemar

Os dejo con la crítica a la película española La herencia Valdemar que nos ha enviado una asidua de nuestra blog: María Sun Miquel (Periodista Digital). 

Los créditos de apertura resultan tan inquietantes como el ángel sepulcral que guarda el jardín de la mansión, en el que el apellido Valdemar ha quedado en el olvido, envuelto en la desdicha y las sombras. Un universo inspirado en los círculos de Lovecraft y visiblemente también en la obra de Edgard Allan Poe, que en “El extraño caso del señor Valdemar” desentraña las intermitencias de la muerte.

Con un rico lenguaje fílmico apoyado en una ambientación de época preciosista y una banda sonora magistral de Bataller, José Luis Alemán nos atrapa en la primera parte del díptico. Una experta tasadora (S. Abascal) desaparece cuando se encuentra realizando el inventario de los bienes de una decrépita casa victoriana y el presidente de la compañía (E. Poncela) contrata los servicios de Nicolás Tramel (O. Jaenada) para que la encuentre. El viaje que inicia entonces el detective en un clásico vagón de tren corresponderá también con el que emprende el espectador para conocer la leyenda del matrimonio Valdemar (L. Marull/D. Liotti), una trágica historia de amor que sitúa el prólogo de los acontecimientos del presente, desarrollados en la segunda película de esta superproducción carente de subvenciones oficiales.

El corte abrupto cual telefilm resta escaños a la cinta. Puede confundir al público y empobrece a la mayoría de personajes. El tiempo contemporáneo se desdibuja en sus escasos minutos y las interpretaciones han quedado enmaquetadas por el conjunto, sin traspasar la credibilidad o el hieratismo. Sin embargo, el desaparecido Paul Naschy le da cuerpo al papel de mayordomo y revaloriza un legado de misterio. Laia Marull, por su parte, revela con encanto un merecido papel protagonista, al contrario de Óscar Jaenada, que no acaba de completar el canon de su personaje.

Resulta una grata sorpresa, en la línea literaria, tropezar efímeramente con Bram Stoker o Aleister Crowley en la herejía dunwichana. El terror de la película La Herencia Valdemar reinterpreta la creación de los escritores clásicos, actualizando sus simbolismos imaginarios con unos efectos especiales curtidos que lucen escenas de guión, atractivo y sólo endeble en algunas soluciones. Seguramente el film resulte una aventura osada en sus pretensiones y metraje, más siendo una ópera prima. Pero ese mismo criterio revaloriza esta obra inconclusa y novedosa en el cine español, de género complicado, que ensimisma al espectador en el vaivén de principios de siglo. Esa etapa de la historia envuelta claroscuros, donde la superchería y la ocultación ocupaban discretos salones de té a la par que los rosarios en las pecheras de las damas. El próximo octubre, contemplaremos el cuadro completo.