CRÍTICA DE LA PELÍCULA “MI LOCO ERASMUS”: EL ARTISTA Y LA OBRA SON LO MISMO

Mi Loco Erasmus” es la muestra de una frustración prolongada que crece en espiral dentro de un artista al que le desborda su propio proyecto. Ese artista es Dídac Alcaraz (dentro y fuera de este mockumentary), cuyo único propósito es llevar a cabo un documental sobre los estudiantes de Erasmus de Barcelona y todo aquello por lo que es famoso el Erasmus: drogas, sexo y alcohol. Esta es su idea inicial, la cual, a lo largo de los meses, comienza a dispersarse en su realización yendo a la deriva sin tener claro cuál es el eje central entorpecido por dudas artísticas solapadas con pequeños prototipos de ideas que sólo su creador entiende. A su vez todo eso tiene que compaginarse con las dificultades de su vida cotidiana.

Esa podría ser un prototipo de sinopsis para este falso documental de Carlo Padial, integrante de Los Pioneros del siglo XXI (creadores del surrealista “programa” de Internet, y desternillante si entiendes que su gracia está en la abundante falta de sentido, Go Ibiza, Go”), escritor (cuyo libro “Erasmus, Orgasmus y otros problemas” inspira este largometraje), guionista y realizador.

En su primera parte, básicamente su prólogo, vemos algo parecido a lo que debería ser el documental que el personaje de Dídac pretende realizar. Una serie aleatoria de momentos en forma de entrevistas a diversos alumnos de Erasmus a los que se les pregunta, entre otras cosas, la razón por la que han decidido Barcelona como su destino en el que continuar un curso de su carrera. Esa parte está ingeniosamente narrada, en su mayoría, a través de todas las posibilidades que facilita la relativa ventana al mundo que es Internet. El empleo de recursos como una grabación de la pantalla de ordenador, la misma pantalla registrada a través de una cámara de vídeo, una vista de cualquier tipo de exterior gracias a Google Maps, una directa presentación de los datos de sus personajes mediante la información que proporcionan sus perfiles en Facebook, etc… Toda esa colección de recursos del siglo XXI está tan permitida como cualquier otra “manipulación”que elija el creador de la obra para conseguir transmitir lo que se propone. Aparte de “permitido” deberíamos preguntarnos si empieza a ser “necesario”, puesto que la visión estirada a lo largo de las horas de esa pantalla de ordenador y todo lo que aparece en ella ya forma parte de la vida de la mayoría de las personas que pueblan este planeta. Una pequeña parte cine actual (y las series de televisión) hacen cuenta de ello empleando estos recursos (Manic Pixie Dream Girl (An Internet love story), de Pablo Maqueda, que se puede ver en la página de la honesta iniciativa #LittleSecretFilm; y seguramente, según su equipo, esta técnica será la base central de la narración de “Open Windows”, de Nacho Vigalondo), no obstante por lo general todo se sigue planteando desde fuera del “espejo”, ignorando que no hay razón para ponerse límites mientras seamos coherentes con lo que se quiere expresar.

Después de esos primeros diez minutos llegamos al punto muerto en el que se basa la película. La frustración artística de Dídac se materializa en divertidas escenas de su vida cotidiana, en la que sólo sale del estudio en el que vive para trabajar quitando la publicidad desfasada de los escaparates de las sucursales de un banco. Este film es un éxito por dos motivos: El primero se debe a que su eje central, la auto-realización artística, es conocido por todas las personas que alguna vez han sentido inquietudes artísticas, pero no restringe al resto de los espectadores puesto que este tema es una vertiente más de la superación personal, la cual ha dado al cine multitud de películas. El querer alcanzar lo que en el momento de su gestación fue un pequeño objetivo absorbe el tiempo y la cordura del personaje central y de ese modo el artista y la obra terminan siendo lo mismo. El segundo motivo se debe a su dinámica realización, empleando todos los recursos posibles (pero justificados) y a la captura y exposición objetiva de Barcelona y sus habitantes, sin repetir el error de utilizar (sin beneficio para la historia) los tópicos que se ven sobre la ciudad en otras producciones que llenan con sus carteles pasajes de estaciones de metro. Es el cómo lo que hace que “Mi Loco Erasmus” resulte tan cercana.

Dentro de la cinta intervienen como secundarios el cineasta Carlos Vermut o el cómico Miguel Noguera (aunque se le queda pequeño ese término si piensas en un monologuista convencional), que encarna un papel que simboliza cordura y por otro lado estupefacción y preocupación. No es casualidad que estos dos nombres aparezcan entre sus créditos puesto que durante los últimos años se ve una especial y productiva sintonía entre diversos creadores españoles que a base de colaboraciones forman un interesante espacio con variadas propuestas. Una parte importante se basa en otro tipo de humor, el cual posee “Mi Loco Erasmus”, pocas veces llevado tan al extremo con formas tan sencillas (como el Vengamonjas “Don Pepe Popi” dirigido por Carlos Vermut y en el que también interviene Dídac Alcaraz). Todas estas uniones resultan reconfortantes (o deberían) y disfrutables para el espectador falto de prejuicios.